sábado, 19 de abril de 2014

¿Realmente hay tanto innovador?

Actualmente se habla muchísimo de innovación. De hecho, el término ha pasado incluso a sustituir otros que, a fuerza de usarlos, han sido vampirizados, despojados de toda la energía que alguna vez poseyeron y desprovistos de todo su sentido por aplicarse a demasiadas cosas o a nada a la vez.

También ha sido absorbido por otros ámbitos. Así pues, algunos departamentos de calidad, celosos del vanguardismo, lozanía y salud que todavía conserva el concepto “innovación” se han apropiado de él como sinónimo o consecuencia de los procesos de mejora continua, llegándose a afirmar, en algunos casos, que innovación y mejora continua vienen a ser lo mismo.

Respecto a esto, por un lado es cierto que la frontera entre la innovación y la mejora continua es difusa y que una mejora suele ser una manera de hacer las cosas diferentes y por ende de innovar. Pero también es saludable separar la innovación de la mejora continua ya que esta última suele ocupar su espacio en la organización y dispone de su propia liturgia. Pero la innovación, por su carácter de “INnocular algo NUEVO”, distinto a lo establecido, pide a gritos un espacio propio siendo, paradójicamente, aquellos que ofician en la mejora continua, los más reticentes en ofrecérselo ya que, strictu sensu la innovación más potente suele suponer siempre una peligrosa disconformidad. De ahí quizás, una explicación a las resistencias que suele despertar la innovación cuando va por libre y a la necesidad de cubrirla y protegerla con liderazgos valientes que se atrevan a hacer frente a la hegemonía de la calidad y a determinadas maneras de enfocar estas políticas en la organización.

Por otro lado es oportuno reconocer la paradoja a la que nos ha llevado el mecanicismo simplista y lineal con la que se ha abordado el management hasta la actualidad. Un enfoque que no busca tanto comprender la dinámica real de los sistemas sociales, organizativos y cognitivos de las personas [todos ellos más orgánicos que mecánicos] como hacer frente a la ansiedad que la incertidumbre produce en mentes poco flexibles.

La necesidad compulsiva de formalizar, procedimentar y regularlo todo viene a ser, cuando se trata de la innovación, como ponerle puertas al campo, de ahí que la institucionalización de la innovación actúe en contra de lo que se pretende, más como un corsé que la ciñe y la obliga a definir formas convencionales, que como una liberación disruptiva del ingenio creativo puesto al servicio de la evolución de la organización.

El management más ortodoxo es responsable del tiempo, esfuerzo y dinero invertido por muchas organizaciones en crear sistemas inmunológicos que liberen anticuerpos y las protejan de todo aquello con capacidad de alterar su funcionamiento normal, de ahí, quizás, la resistencia al cambio que sorprendentemente exhiben las culturas organizativas incluso cuando lo que pretenden es cambiar. También explica el carácter subversivo, paciente, poco llamativo en las formas y altamente deseable en los resultados que suelen tener las personas responsables de las mejores ideas innovadoras en aquellas organizaciones donde se suelen dar.


Y esto nos lleva ante el verdadero rostro de la innovación que normalmente se personifica en alguien que, estando en la organización, no lo está tanto como para no poder sustraerse de todos aquellos mecanismos que la empujan a converger con lo esperable y formalmente establecido.

Innovar, esto es, tener una idea innovadora y desarrollarla nos remite a aquella persona que, además de buenas ideas tiene la capacidad de riesgo, automotivación, iniciativa, tolerancia a la frustración y capacidad de mimetizarse con el medio suficiente como para pasar inadvertida a los sistemas de defensa organizativos e impulsar su idea hasta que ésta cobra valor para la organización. Un perfil que suele encajar con el del INtraemprededor, también muy en boga últimamente. Es por eso que no puedo dejar de preguntarme: ¿Realmente, hay tanto innovador?

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Foto inferior: The paper crane project by Cindy



14 comentarios:

  1. La innovación, en cualquier ámbito que se produzca, es disruptiva por definición. Sin embargo también es cierto que la innovación en un sistema caótico tiene menos posibilidad de ser visualizada y, salvo que sea muy aparente, escasas probabilidades de servir de nuevo inicio y tractor de cambios en profundidad.

    Por mi experiencia en diferentes tipos de organizaciones, los procesos de calidad y mejora continua tienden a convertirse en rutina anti-innovación, pero también es cierto que, como me recordaba Goio Borge estos días, permiten desarrollar, y por tanto aprender, de muchos aspectos a los que no se le prestaba demasiada atención. El equilibrio estaría en concebir los procedimientos de calidad en cuanto a “orden como ventaja competitiva”, es decir, despejar el camino para poder detectar esos puntos donde se da, o es posible, la innovación. Pero es cierto, todo tiende a la inercia y el sistema se auto protege. Lo verdaderamente estratégico es, como señalas, conseguir esa capacidad de mimetizarse lo suficiente como para pasar inadvertida en sus primeras fases pero si la innovación es ya de salida muy potente, esto es complicado.

    Creo que hay más personas innovadoras de lo que parece pero los incentivos del sistema pervierten esa capacidad: “no digas, no hagas, no destaques, que se peleen otros…” Justo el tema de este blog, ¿verdad? :-)

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    1. Hola Isabel, Veo este camino medio que me comentas y coincido contigo en que este tipo de equilibrios exigen una capacidad de riesgo y autocontrol que suelen ser poco frecuentes.

      La calidad como concepto es una cosa [y seguramente hay quien la desarrolla para añadir valor] pero su aplicación acostumbra a ser, demasiadas veces, otra, dependiendo siempre de quienes la impulsan. No es extraño verla como un fin en sí misma tiñendo de herético cualquier discurso contrario al canon [y al poder] establecido. Como siempre, las herramientas están al servicio del propósito para el que son usadas y esto le confiere un carácter personal que va más allá [o más acá] del conceptual.

      Respecto al título del post, desde mi punto de vista constato a personas con ideas o a personas que se atreven a importan ideas innvadoras de otras organizaciones pero a innovadores no tantos. Incluso diría que el carácter innovador [intraemprendedor, ilusionado, subversivo,etc.] determina el tipo y calado de la idea y eso es lo que lo hace poco frecuente, al menos en los entornos en los que me muevo yo. Las ideas son diferentes pero pocas llegan a ser “innovadoras”, determinar un giro, provocar un cambio….. Algo similar ocurre con los emprendedores, intraemprendedores o cualquiera de estas capacidades que ahora se da por estandarizar, creo que hay conceptos con cierta musicalidad que los hace atractivos. Muchas gracias por aportar Isa. Un abrazo!

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  2. "La necesidad compulsiva de formalizar, procedimentar y regularlo todo viene a ser, cuando se trata de la innovación, como ponerle puertas al campo ... "
    Es que mejorar no es innovar, puedo mejorar mi escritura, pero eso no es, ni de lejos, innovar ...

    "y capacidad de mimetizarse con el medio suficiente como para pasar inadvertida a los sistemas de defensa organizativos e impulsar su idea hasta que ésta cobra valor para la organización."
    Ahí has dado en el centro ... "pasar inadvertido" para que el "sistema inmune" de la organización no te "coma" ... ¡genial!

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    1. Si me apuras Juana, la innovación con mayúsculas es aquella que aporta valor impactando en la cultura organizativa y haciendola más competitiva. Esto exige, además de ingenio, mucho arte… ;-) Un abrazo!

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  3. no es tan extraño ver empresas que hacen innovación y en verdad no lo saben. Bueno, sí que lo saben, claro, pero no la etiquetan (porque desconocían la etiqueta, porque lo hicieron siempre y no le dieron más relevancia), y a veces esto es bueno y a veces es malo. Los corsés que mencionas, las etiquetas que una organización impone (demonios, es que ya se llama a sí misma 'organización', ¿cómo no va a imponer etiquetas? necesita conocer, controlar, organizar...), también definen las acciones, y pueden ser una losa, sobre todo en organizaciones asentadas. Muchas recurren a spinoffs (o a abrir centros tecnológicos propios, para lo que han tenido bonitos incentivos que no siempre han sido lo mejor para una innovación verdadera), en ocasiones después de años de pegarse internamente o incluso perder personal valioso por incapacidad de desarrollo.

    por otro lado, he conocido empresas con sistemas de mejora continuo potentes y asentados dentro de sus sistemas de calidad que ciertamente no tendrían nada que envidiar a lo que llamamos innovación disruptiva. Yo creo que hay caminos, digámoslo así, que la organización en concreto debe afrontar. Quedarse sólo con una organización 'exitosa', por excelente camino, nada disruptiva, ya sabemos que en general acaba siendo cuestión de tiempo que no funcione

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    1. Conozco casos de estas empresas que mencionas, Goio y tanto la innovación como los innovadores son una realidad incuestionable, de hecho forman parte de nuestra propia genética como humanos. Con el post quiero subrayar la resistencia –por otra parte también muy natural- a lo nuevo y cómo esta resistencia suele cobrar forma en aquellos lugares que se sienten más amenazados. Se trata de la conclusión a la que se llega observando determinadas prácticas que en principio se veían positivas, como cuando se comprobó y se dijo que lavarse mucho y tirar demasiado de jabón era perjudicial para la piel y producía dermatitis, estamos en el mismo momento.

      Espero que del post no se desprendan una negación de las bondades de la calidad. No es la calidad lo que cuestiono ni lo que creo que se sienta amenazado sino el propósito que se halla en la manera de aplicarla. De hecho sostengo que en algunas culturas organizativas, la calidad es, realmente un “arma de la reacción” y un fin en sí misma.

      Estoy contigo en que el concepto “organización” entraña “control” pero ya sabes que pienso que no hay nada de malo [todo lo contrario!] en el hecho de controlar, sino en “quien” ejerce ese control y, de nuevo, en “para qué” se ejerce. Y es en esos “quienes y para qués” donde se establece la sutil diferencia entre unas organizaciones y otras.

      Encantado de tenerte por aquí Goio. Gracias por aportar este enfoque. Un abrazo.

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  4. Manel, buen post para tirar del hilo, que da para mucho. El primer mito erróneo es confundir “innovadores” con “personas creativas”, o “innovación” con “creatividad”. Siempre digo que innovar tiene mucho más que ver con la perseverancia que con la creatividad, y esa premisa tan básica conecta con la idea de que, en mi opinión, hay muchas formas de innovar, y en este tema (una vez más) defiendo la diversidad.
    Hay innovación "radical" o "disruptiva" y hay "incremental" que puede confundirse con la "continua". Para mi valen las dos, y lo más curioso es que se necesitan mutuamente. Por ejemplo, no tendríamos luz eléctrica, ni teléfono móvil, ni casi ningún invento de hoy si no fuera por la innovación incremental, esa que llamas “continua”. Ella es la responsable de que el hito disruptivo, el mediático, haya ido bajando de coste (precio) hasta que fuera comercializable y asequible para la gente de bajo poder adquisitivo. Pequeñas mejoras que por su efecto acumulativo terminaron produciendo un impacto cualitativo notable (un caso clásico es el de la bombilla eléctrica, o el váter, pero hay montones). Eso pasa también en la gestión de las organizaciones: cambios incrementales que terminan generando saltos de estadios.
    En general tiendo a desconfiar de los planteamientos que apuntan a lo "disruptivo" como el único tipo de “innovación”. Sé que hay debate alrededor de esto, y mi opinión es una más, pero a mí me suena un poco elitista, porque “lo radical” deja fuera a demasiada gente que puede contribuir al cambio (a la innovación, en definitiva) por itinerarios más modestos, indirectos y largos. Me encantan los pequeños cambios, y la gente que innova así. A veces son más “revolucionarias” que los “innovadores” de moda.
    Un abrazo, maestro

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    1. Hola Amalio, puedo estar de acuerdo con todo lo que comentas sobre la clasificación, diferentes tipologías y la dinámica de la innovación. A parte de experto, tu enfoque siempre me ha parecido muy práctico y natural.

      No sé si ha quedado claro que mi intención, con el post, no es tratar sobre lo que es innovación ni cómo se da ahí donde se puede desarrollar sino poner sobre la mesa que “no es oro todo lo que reluce” y cuestionar el beneficio y sobre todo el propósito que tiene para la innovación ese ecumenismo en el que se halla actualmente envuelta ya que no es difícil verla “fagocitada” y convertida en un “más de lo mismo” y como otras muchas cosas, masticada por el sistema y sometida a su continuidad. Aunque no sea la única, abogo por que la innovación “pueda” ser, también, disruptiva, más por una cuestión de necesidad [resiliencia] que por imagen.

      Por eso, en este contexto, [y sin entrar en contradicción con lo que tu dices] creo conveniente distinguir en este caso entre “participar en procesos de innovación” y “ser innovador” en el sentido en que este último tiene una dimensión distinta por requerir de unas cualidades determinadas que seguramente se activaran aunque no se den las mejores condiciones y que se desarrollaran si encuentran el sustrato adecuado. Ojo que con esto no niego la capacidad de cualquiera de contribuir al cambio. Es, si me permites, como ponerse moreno, todos podemos pigmentarnos y cogemos color cuando se nos expone al sol pero hay, además, quienes van a la playa. El hecho de que ser innovador esté de moda quizás es lo que le da ese carácter de élite al que te refieres, de ahí el deseo que despierta el calificativo y el título del post.

      Por su puesto, nada que añadir a lo que nos recuerdas sobre el valor evolutivo que la innovación incremental nos aporta continuamente pero creo que conviene separar la mejora continua de la innovación aunque sea para favorecer el sustrato que permita poner a prueba el mismo sistema del que parte.

      Encantado de tenerte por aquí y de gozar la riqueza de tu conversación, colega. Un abrazo fuerte!

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    2. Perfecto, Manel. Suscribo 100% lo que dices. Nada que discrepar. Está bien en hacer la distinción, y me gusta el espíritu de tu post aunque por mi comentario pudiera parecer que no. La "innovación" se ha puesto de moda, y va a contaminarse de todos los males que afectan a los artículos de moda. Qué te voy a contar yo a ti :-)
      un abrazo

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    3. Me ha ido bien tu comentario, Amalio [al igual que los anteriores], es refrescante. A menudo, cuando la idea se instala en nuestra cabeza hace girar toda la reflexión alrededor de ella y se corre el riesgo de perder perspectiva [al menos creo que a mí me sucede]. Comentarios como el tuyo ayudan a recobrarla. Un abrazo

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  5. Gracias, Manel. Hermoso e inspirador. Un abrazo, desde San Sebastián. ¡Gracias!

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  6. ¡Hola! Acabamos de descubrir tu blog y te seguimos desde ahora. Ojalá que también te guste nuestro espacio :D

    ¡Un abrazo grande de parte de los tres!

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