viernes, 14 de enero de 2011

El valor del trabajo


Si fuera fiel a la tradición marcada por mis antecesores afirmaría con la mirada puesta en el infinito que trabajo y, a lo largo de los años, he trabajado mucho… Pero si me ciño a tal y como yo lo veo y me dejo de nostalgias genealógicas, lo que me atrevo a decir es que he dedicado y le sigo dedicando muchísimo tiempo a mi trabajo.

Cualquiera que me conoce bien sabe que esta dedicación no me ha llevado a amasar ninguna fortuna y que voy tirando, como quien dice, con lo puesto, en este continuo dar y recibir en el que se ha convertido mi vida.

Yo me gano la vida como consultor. Con eso me refiero a que la consultoría no es para mí algo a lo que dedicarle parte de mi tiempo libre, un extra a otra entrada fija, no. El ejercicio de mi profesión supone el 100% de mis ingresos. Ingresos que utilizo, en gran medida, para seguir trabajando de la manera en que creo, gusta y me gusta hacerlo. A esta forma de oficiar algunos le llamamos Consultoría Artesana, una “manera de hacer” centrada en los rasgos particulares de cada cliente que requiere de mucha imaginación, de no poca dedicación y que vendría a ser el equivalente de la fórmula magistral en la farmacia antigua frente a la actual venta industrial de medicamentos, muy útil todo, sin lugar a dudas, pero aplicable a casuísticas distintas.


En mi caso, todo lo que percibo de mi vida gira centrípetamente entorno a mi trabajo, de la misma manera que mi trabajo genera, a la vez, un movimiento centrífugo salpicando mi manera de interpretar [por no decir “vivir”] mi vida. Contrariamente a lo que pueda suceder en otros casos, en el mío lo considero una gran suerte. Esto de trabajar con personas, en el desarrollo de sus equipos y, en consecuencia, de las organizaciones de las que son responsables, me permite tenerlo todo en un paquetito, confiriéndome una sensación de unicidad muy diferente a las disyuntivas y divisiones personales que veo a mi alrededor.

Además, de alguna manera le confiere un punto de eficiencia a todo lo que hago. Mis relaciones sociales, lo que leo, ya sea narrativa o ensayo, la música que toco o la que escucho, en suma, todo lo que hago estimula una reflexión que se ha vuelto continua y que repercute directamente en mi actuación profesional. De hecho, este blog es, entre otras cosas, un sistema de drenaje que me permite liberar ciertas reflexiones en forma de conclusiones [concluestiones, para ser más exacto…]

Sea como fuere, ofrecer un servicio digamos artesano [esto es, singular a cada caso, arriesgado, atento a los cambios del entorno, empático con la persona a la que se atiende, sensible a los avances conceptuales y tecnológicos] requiere al menos en mi caso, de una inversión de recursos distinta de la que realizaba cuando distribuía servicios de consultoría prêt-à-porter y que, de manera periódica y recurrente, me plantea una reflexión sobre el valor económico del trabajo que realizo, ya que supongo que a nadie se le escapa que un servidor trabaja principalmente para ganarse un cuartos que le permitan canjearlos para mantener sus constantes vitales y sociales en valores normales, descansar cuando más lo necesite y evolucionar en un modelo profesional que, como estoy comentando, requiere de una estimulación mental diversa y prácticamente continua.

Personalmente dispongo de una relación de precios heredada de mis tiempos de empresa y que vinculan la hora con la tipología de servicio o la característica de la tarea realizada [por ejemplo: la hora de formación, de asesoramiento o de trabajo de despacho, desplazarme, etc.].

Hasta el momento la he utilizado rigurosamente para realizar mis propuestas económicas, sospecho que obedeciendo a la posibilidad de justificar el precio de un servicio determinado si fuera el caso que se me requiriera para hacerlo. Esta manera de hacer ha convivido durante años junto a emociones como la irritabilidad que me ha producido en alguna ocasión el que alguien divida el coste total del servicio por el número de horas presenciales realizadas [obviando el diseño, la formalización, talla o experiencia del consultor] o la sensación de ruina vital que produce el sentirse como un taxímetro.

Actualmente estoy cambiando esta manera de proceder y dejar de hacer hojas de cálculo contabilizando horas y precios para pasar a establecer un valor fijo por proyectos o por sus componentes, ya que suelen estar, la mayoría de ellos, dentro de unos estándares de esfuerzo que la experiencia me permite incluirlos en una gama de clusters determinados. De este modo, aunque no se aleje de lo que he estado valorando hasta ahora, al menos me libro de esta sensación incómoda de pesar el valor del trabajo que realizo colocando solamente en el otro platillo algo tan insulso para un servicio artesano como el tiempo dedicado en realizarlo.

Personalmente discrepo del síndrome de Robin Hood a partir del cual alguien decide que el valor de un servicio determinado es más caro para quien puede pagar más, permitiéndole de este modo ofrecer servicio a alguien con menos posibilidades. No me siento en absoluto un justiciero iluminado con el don de la distribución social a partir del cual atribuirme la misión de hacer el bien pero con el dinero de otro. Desde mi punto de vista, el trabajo realizado tiene un valor independientemente de a quien se dirige y, de querer que un servicio sea accesible a alguien con pocos recursos económicos, lo asumo por mi cuenta y riesgo.

Pero, quizás la idea principal que quiero trasladar en este post es que, aunque mis ingresos dependan de ello, no todo mi trabajo lo hago por dinero. A lo largo del año llevo a cabo muchísimas horas de consultoría efectiva tan sólo por el interés que despierta para mí el proyecto, por el aprendizaje que puede suponer, porque la organización aunque lo necesita no puede realmente costearlo o, lo que suele ser más frecuente, por el compromiso y gratitud que me despierta un cliente al que respeto y por el que me siento respetado. Aunque a alguien le pueda parecer poco inteligente, es lo que me sale y es como creo que ha de ser…
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Este post está orientado a servir de aportación al encuentro que la red de consultoría artesana celebrará los días 28 y 29 de enero en Bilbao. Podeis encontrar más información aquí.

18 comentarios:

  1. Buenos días, un placer para la vista. Una vez más los valores personales son los que configuran la realidad y no los discursos.

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  2. Jopé Manel, me has pisado parte de algo que estaba empezando a escribir en mi blog :)

    Me ha gustado mucho este post, refleja de una manera muy sencilla y directa cosas que comparto y que me alegra reconocer en otros profesionales.

    El paralelismo farmacéutico está muy bien aunque me quedo con la frase de "la sensación de ruina vital que produce el sentirse como un taxímetro" ... muy muy bien expresado

    Saludos

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  3. Me pare una inteligente reflexión y actitud... Lamentablemente hay organizaciones que no valoran la inteligencia y el conocimiento y sólo el valor (cuanto más bajo mejor, para ellos, claro!) de la hora. En eso casos no estaría de más enviarle ese viejo cuento de la factura de 1.000€, por apretar un tornillo: 1€ por apretarlo, 999€ por saber que tornillo apretar... Un abrazo

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  4. No todo es dinero en esta vida, pero cuando uno trabaja y, trabaja bien, conviene valorarse correctamente, en dinero.

    El dinero es bueno, es bueno tenerlo y que circule, es bueno valorarlo, es bueno apreciarlo, es bueno según como y para que lo utilicemos, no conviene infravalorarlo, ni creer que quien lo tiene es "malo" y quien no lo tiene es "bueno" porque las cosas son mucho más complejas ....

    Es que me preocupa un poco leer "las Empresas privadas están para ganar dinero" que me parece una perogrullada, ¡pues claro!, aunque no solo para eso.

    Trabajo en la Administración, me pagan lo mismo haga lo que haga, pero me gusta trabajar bien, es uno de mis placeres cotidianos, al que no pienso renunciar, aumenten o disminuyan mis ingresos ....

    Es que hoy parece que las "hadas" han hecho que mis reflexiones sean sobre el dinero.

    Creo que mi comentario es un poco "disperso" .... he encadenado algunas cosas que pueden parecer contradictorias .... espero que se me entienda.

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  5. @José Manuel, Buenos días! Lo que ha sido un placer y una alegría es encontrarte por aquí.

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  6. @Anónimo, cierto lo que dices, hay organizaciones que contabilizan acciones realizadas sin considerar la calidad y centrándose en el precio. También las hay, y muchas, que regatean buscando llevarse el máximo al mínimo precio…[de hecho lo consideran incluso una evidencia de inteligencia…]. Yo creo que este tipo de organizaciones no son a las que he de dirigir mi atención ni comprometer mis servicios. Estoy convencido de que si no son sensibles a la realidad de lo que ofrezco tampoco lo serán en la aplicación de lo que les voy a proponer…vamos, una pérdida de tiempo para ambos. Y como oí decir alguna vez:” si quieres pagar con cacahuetes…trabaja con monos.”

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  7. @Juana, Hay un aspecto básico y es el de la seguridad para pagarte el cafetito de la mañana. Si no, es difícil disfrutar con un trabajo, tener la mente clara y aportar valor. Yo espero de mi trabajo poder lleva mi vida tranquilo, cumplir con mis compromisos y disponer del suficiente silencio interior como para disfrutar con la belleza. La necesidad básica de ganar dinero sabe amarga y conduce inequívocamente al peonaje.
    Otra cosa es buscar enriquecerse, pero estoy muy lejos, no tan solo de la posibilidad, sino de desearlo tanto como para intentarlo un poco…

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  8. @Luis tic616, Adelante con lo que estabas escribiendo Luís. De los consultores que conozco somos muy pocos los que no estamos soportados por la nómina de alguna organización, así que no me extraña que coincidamos. Pero también pienso que a cada uno de nosotros le pertenece esta sensación, así que adelante, me gustará identificarme en tu reflexión. Un abrazo,

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  9. Buenos días, Manel.

    No hay nada más agradable que leer la satisfacción de alguien que disfruta, aprende y se enriquece en su trabajo; sin embargo, creo que no sólo has instaurado en tu vida una fórmula magistral de supervivencia emocional y económica, sino también has logrado encontrar un modo magistral de transmitirnos tu entusiasmo a través de tus palabras; esa forma centrífuga de retroalimentar tu proceso dedicacional me ha hecho pensar en el cerebro como lavadora, cuyo uso en lugar de envejecerla, la hace más eficiente.

    Un abrazo.

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  10. @Begoña, Ya me gustaría a mí haber encontrado un modo magistral de supervivencia económica…aunque no me pueda quejar creo que ha incidido de manera muy importante en mi supervivencia emocional ;-))

    Me alegra que estas palabras tengan este impacto, solo por esto vale la pena. Muchísimas [pero muy “ísssimas”] gracias.

    ¿El cerebro como una lavadora? Buena metáfora aunque siempre haya creído que el mío necesitaba de una…:-)

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  11. Manel:
    Estoy teniendo poco tiempo para seguir el debate de este taller, muy a mi pesar. Ando con mil lios encima que requieren concentración.
    Hoy me he podido pasar por aqui, y estoy leyendo algunos posts relacionados con el tema.
    Quería comentarte solo dos ideas:
    1) A diferencia de otros compañeros, yo sí defiendo la idea de "poner en el otro lado del platillo el tiempo dedicado a realizar el trabajo", pero con la matización de que no "solamente" el tiempo, sino también otras variables. El factor tiempo-de-dedicación-estimada es una variable crítica, y que reivindico en la fórmula del precio, aunque ésta sea compleja e incluya otras variables menos de hoja de cálculo.
    2)Lo que llamas "síndrome de Robin Hood" es una forma de enunciarlo según la intención. Si uno ofrece un servicio a alguien por debajo de su coste (por el coste siempre existe, dado que existe eso que se llama "coste de oportunidad"), es porque alguien lo esta financiando. El trasvase de recursos se produce de quien paga más a quien paga menos, aunque uno pueda pensar y decir que "lo asume a cuenta y riesgo". Que quieres decir que al que puede pagar más no le pones un "sobre-precio" en plan Robin Hood sino que le cobras lo que vale realmente el servicio? pues mira, según mi experiencia (y hablo solo por mí), me costaría sostener esta tesis de que: "el trabajo realizado tiene un valor independientemente de a quien se dirige". Pienso que si el artesano personaliza su relación, ahí también entra el precio, que no es una fórmula exacta. Me cuesta creer que la identidad del cliente no influya en el valor, o mejor, en el precio, que uno pone a un proyecto. Y si ese cliente es una gran empresa, con mucha capacidad de pago, eso no afecte de alguna manera el presupuesto que uno pone sobre la mesa. En mi caso, sí que afecta. Una cosa es el valor, y otra el precio.
    un abrazo

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    1. Totalmente de acuerdo con tu comentario sobre el factor tiempo-dedicación-estimada. En nuestro Blog de hecho publicamos un artículo con algunas ideas a considerar para poner precios al trabajo y justamente consideramos las variables que mencionas, pueden leerlo en: http://primaerp-es.blogspot.cz/2015/02/9-principios-para-determinar-mejor-los.html

      Además me gustaría compartir con todos nuestra app para registro de tiempos, de verdad facilita enormemente esa tediosa tarea de calcular cuánto tiempo pasamos en cada actividad y al mismo tiempo automatiza el cálculo del precio en dinero que tiene nuestro tiempo. Échenle un vistazo en: www.primaerp.com

      ¡Saludos!

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  12. Hola @Amalio, respecto al primer punto ya comentaba en el post que el tiempo evidentemente tiene un valor pero no es lo único que se pone en juego, supongo que en esto coincidimos.

    En lo que discrepo radicalmente es en el segundo punto, me imagino que se debe a que lo tratamos por escrito y lo abordamos desde prismas diferentes. Mira, aparte del tiempo dedicado, una de las variables que utilizo para calcular el valor de mi actuación es el impacto que esta tiene en la organización. Esto normalmente lo calculo a partir del rango con quien trabajo. Así pues tengo unos valores si se trata de trabajar con un directivo o con un mando intermedio y no me muevo de ahí por mucho que a mi cliente le abulte el bolsillo. Quizás este sea el motivo de que no me pegue unas vacaciones de puta madre [económicamente hablando, claro] o de que no tenga un velero de propiedad atracado en el muelle pero en cambio lo utilizo para que nadie regatee el precio conmigo [cosa que detesto]. Además, se da el caso de que mi prescriptor es mi cliente y de que estos hablan entre sí. Me parece poco riguroso, y feo el baile de precios sujeto a la capacidad del cliente. Quizás solo se trate de una percepción personal aislada.

    Si alguna vez me he salido de esa norma [presupuestar de más] ha sido como una manera de salir del paso cuando el cliente o el proyecto no me gusta. Pero, en el tamaño de los proyectos en los que me muevo ya te digo que esto se da en contadas ocasiones.

    Mira Amalio, es evidente que si a alguien le facturo menos hay alguien que asume esa diferencia, pero cuando te digo que eso no supone un incremento para otro me refiero claramente que esta diferencia la asumo yo que no es otra cosa que decir que a veces [bastantes] hago las cosas por amor al arte. Pensaba que esto quedaba claro en el post. No discuto que haya quien tenga una vocación de favorecer a los desfavorecidos y que esto lo justifique con el equivalente a un impuesto a los que tienen más [Robin Hood] pero, aparte de creer que no tiene nada que ver con la artesanía, a estas alturas y visto lo visto, suelo desconfiar de estas manifestaciones, al menos en un principio.

    Un abrazo,

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  13. Hola Manel: Si me lo permites, me gustaria pegar textual tu post, con las debidas referencias, con foto y todo. Un poco por que me identifico totalmente y un poco como solidaridad con la reunion artesana de Bilbao. ¿Quien es el anfitrion?

    AL

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  14. @Facility manager, Por supuesto Alberto, me sentiré muy honrado.

    La próxima reunión se celebrará en Bilbao y los anfitriones son Julen y Asier Gallastegui. Es muy posible que esta vez haya streaming.

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  15. Hola, muy interesante la forma en que se describe la consultoría artesana, me ha gustado el concepto ya que en los tiempos que corren y en ciertas profesiones es importante la personalización en el trato al cliente. Saludos

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  16. @Trabajo freelance. Gracias. Sí, tienes razón. A veces, este tipo de manifestaciones no son otra cosa que una vuelta a los orígenes ante la decadencia que siempre se le supone a cualquier tema a lo largo del tiempo.
    Un saludo,

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  17. Estoy totalmente deacuerdo contigo, en especial cuando dices que no estas deacurdo con los que tiene el sindrome de robin hood, yo pienso que si estudiamos una carrera universitaria costosa y que no spreparamos muy bien, nos sacrificamos en muchas ocaciones, en especial cuando llegan los pos examenes o parciales y cuando ya somops profesionales no vamos a cobrar cualquier dinero por algo que nos costo mucho aprender...saludos

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