Hace unos meses, en el contexto de una sobremesa, una de las personas no pudo reprimir un estallido de risita nerviosa, de aquella que paradójicamente parece hallarse en la frontera con el llanto, acompañada de la búsqueda de miradas cómplices a nuestro alrededor cuando, en el transcurso de la conversación, supo de mi afición por el cómic y por la literatura fantástica y más concretamente por alguno de sus subgéneros. Luego, recobrando la seriedad adujo algo así como que lo consideraba una pérdida de tiempo y de oportunidades ante la cantidad de cosas interesantes, serias y realmente útiles que hay por leer.
La idea principal era que él partía de una concepción científica y que ello era la causa de que ciertos temas le dejaran frío y que, no tan sólo no le dijeran ni fu ni fa, sino que hubiera desarrollado hacia ellos [y supongo que hacia sus simpatizantes] una poco disimulada aversión. Personalmente no tengo nada contra los gustos de cada uno pero no puedo evitar cierta incomodidad hacia ciertas valoraciones sobre los míos y exhibo muy poca tolerancia cuando éstas parten del fondo vacío y estéril de la ignorancia militante, es decir, de aquella que se niega a saber por principio [que no por gusto], ya que, al menos para mí, poco tiene que ver el ser más o menos científico con ser conocedor o haber profundizado en uno de los innumerables vericuetos con los que afortunadamente nos regala la Literatura.
Hay que distinguir entre ser científico y ser cientifista. El cientifismo, aceptar tan sólo aquello que es comprobable empíricamente como fuente de explicación de todo lo que existe, no deja de ser una postura como otra, quizás de las menos divertidas, pero una postura al fin y al cabo. Y, como todo los “ismos”, denota exageración y suele comportar cierta cerrazón e intolerancia por parte de quien se abandera en él. Realmente el cientifismo es, hasta cierto punto, contrario al pensamiento científico, ya que responde a una autolimitación que veta la posibilidad de que la mirada se deposite en más contornos que los conocidos y comprobados.
Ser cientifista no tiene nada que ver con ser científico, ya que la ciencia no está reñida con la curiosidad y consideración que se debe observar respecto a todo aquello que nos rodea, ni con canalizar la espiritualidad que emana de ciertos estados emocionales provocados por estímulos diversos que nos sobrepasan y enmudecen nuestro entendimiento hacia conceptos inasibles... A nadie se le escapa, por ejemplo, la gran cantidad de científicos de peso en el momento actual que se confiesan religiosos y creyentes.
Ser cientifista y ser poco realista viene a ser, hasta cierto punto, lo mismo, ya que despojar al mundo de todo aquello que no haya sido explicado o que no encaje en el modus ponendo ponens más estricto es querer ver que las cosas son en función de si pueden ser explicadas e ignorar que la ciencia avanza en un refutarse continuamente a sí misma, planteando hipótesis alternativas, muchas de ellas inimaginables en estadios muy anteriores. La posturas cientifistas más que a un “a ver cómo encaja esto en mi realidad” responden más a un “todo aquello que no me encaje no es cierto”. En esencia, este tipo de mentalidades poco tienen que envidiarle a la del Santo Oficio, aunque se empeñen en escoger el rol de Galileo para esta representación.
En mis análisis sobre los entresijos de a lo que se llama consultoría he encontrado, en este tipo de actitudes, elementos para valorar y, hasta cierto punto, entender el resultado de algunas intervenciones. No me atrevo a afirmar que desde una mentalidad cientifista no pueda llevarse a cabo una labor de consultoría pero, para aquellos que nos dedicamos a la consultoría de proximidad donde la persona es el centro y el motor real del cambio, conocer cómo se proyecta la mente humana y los arquetipos que influyen en ella son uno más de los matices que permiten abordar nuestro objeto de trabajo en su complejidad y con todo su rigor. No hacerlo supone jugar a medias y adaptar el entorno a los requerimientos de nuestras propias limitaciones… vaya, algo poco serio…
La idea principal era que él partía de una concepción científica y que ello era la causa de que ciertos temas le dejaran frío y que, no tan sólo no le dijeran ni fu ni fa, sino que hubiera desarrollado hacia ellos [y supongo que hacia sus simpatizantes] una poco disimulada aversión. Personalmente no tengo nada contra los gustos de cada uno pero no puedo evitar cierta incomodidad hacia ciertas valoraciones sobre los míos y exhibo muy poca tolerancia cuando éstas parten del fondo vacío y estéril de la ignorancia militante, es decir, de aquella que se niega a saber por principio [que no por gusto], ya que, al menos para mí, poco tiene que ver el ser más o menos científico con ser conocedor o haber profundizado en uno de los innumerables vericuetos con los que afortunadamente nos regala la Literatura.
Hay que distinguir entre ser científico y ser cientifista. El cientifismo, aceptar tan sólo aquello que es comprobable empíricamente como fuente de explicación de todo lo que existe, no deja de ser una postura como otra, quizás de las menos divertidas, pero una postura al fin y al cabo. Y, como todo los “ismos”, denota exageración y suele comportar cierta cerrazón e intolerancia por parte de quien se abandera en él. Realmente el cientifismo es, hasta cierto punto, contrario al pensamiento científico, ya que responde a una autolimitación que veta la posibilidad de que la mirada se deposite en más contornos que los conocidos y comprobados.
Ser cientifista no tiene nada que ver con ser científico, ya que la ciencia no está reñida con la curiosidad y consideración que se debe observar respecto a todo aquello que nos rodea, ni con canalizar la espiritualidad que emana de ciertos estados emocionales provocados por estímulos diversos que nos sobrepasan y enmudecen nuestro entendimiento hacia conceptos inasibles... A nadie se le escapa, por ejemplo, la gran cantidad de científicos de peso en el momento actual que se confiesan religiosos y creyentes.
Ser cientifista y ser poco realista viene a ser, hasta cierto punto, lo mismo, ya que despojar al mundo de todo aquello que no haya sido explicado o que no encaje en el modus ponendo ponens más estricto es querer ver que las cosas son en función de si pueden ser explicadas e ignorar que la ciencia avanza en un refutarse continuamente a sí misma, planteando hipótesis alternativas, muchas de ellas inimaginables en estadios muy anteriores. La posturas cientifistas más que a un “a ver cómo encaja esto en mi realidad” responden más a un “todo aquello que no me encaje no es cierto”. En esencia, este tipo de mentalidades poco tienen que envidiarle a la del Santo Oficio, aunque se empeñen en escoger el rol de Galileo para esta representación.
En mis análisis sobre los entresijos de a lo que se llama consultoría he encontrado, en este tipo de actitudes, elementos para valorar y, hasta cierto punto, entender el resultado de algunas intervenciones. No me atrevo a afirmar que desde una mentalidad cientifista no pueda llevarse a cabo una labor de consultoría pero, para aquellos que nos dedicamos a la consultoría de proximidad donde la persona es el centro y el motor real del cambio, conocer cómo se proyecta la mente humana y los arquetipos que influyen en ella son uno más de los matices que permiten abordar nuestro objeto de trabajo en su complejidad y con todo su rigor. No hacerlo supone jugar a medias y adaptar el entorno a los requerimientos de nuestras propias limitaciones… vaya, algo poco serio…
Suelo contar esta anécdota:
ResponderEliminarLa primera clase de Termodinámica en la Universidad nos la dió el catedrático, no contó los 3 "Principios de la Termodinámica" y dijo, son eso "principios" lo que quiere decir que por ahora se ha demostrado que se cumplen, pero si alguien demuestra lo contrario, todo lo que vamos a ver a partir de ahora, no sería cierto ....
En el mundo cuántico, esos principios no se cumplen ....
Esa es la mentalidad científica, investigar, comprobar por uno mismo, verificar y asombrarse ante este misterioso mundo ....
Hay cosas que no tienen explicación y, hay cosas imposibles de demostrar de manera intelectual ....
A mi me gustan los comics y leer a los místicos, la muerte y los estados no ordinarios de conciencia, y todo lo que va más allá de los límites ....
Me gusta lo de la “ignorancia militante”, de eso hay mucho. Creo que la ciencia no sólo NO está reñida con la curiosidad sino que es el punto de partida imprescindible para que exista. La curiosidad y el asombro... ¡son la base del conocimiento!
ResponderEliminarYo creo que autolimitarse en una percepción y/o visión de la realidad no deja de ser una automutilación. No lo comprendo pero allá cada cual, siempre y cuando no pretendan limitarme a mí o gritar junto a mi oído.
Pero tienes razón en lo que expones al final, es fundamental conocer como se proyecta la mente humana si el trabajo de consultoría está próximo a las personas. Aunque, en realidad, ¿Cuándo no lo está? Las personas son / somos el eje de todo
Pero puede que mi opinión resulte sospechosa, yo que me encuentro tan a gusto en la incertidumbre del cambio, en las fronteras, en los espacios intermedios...
Hola,
ResponderEliminarLeyendo tu post me reafirmo en la idea de que es necesario enseñar el método cietífico en el colegio, desde bien pequeñines.
Un saludo,
@Juana. “Ir más allá de los límites” supone una consciencia de lo conocido y de su perímetro mayor de la de aquellas personas que no se atreven a acercarse a las fronteras de lo que desconocen...como siempre un tema de seguridad… Un saludo Juana.
ResponderEliminar@Isabel Muy gráfico eso de “pretender limitar y gritar junto al oído, de hecho si no fuera por eso…pero es que es lo realmente molesto.
ResponderEliminarRespecto a la consultoría depende, según mi punto de vista, del grado de concreción en el que se trabaje. En una consultoría tecnológica con niveles de decisión muy centrado en los instrumentos quizás no requieran necesariamente acercamientos tan holísticos. Ahora bien, por poco que se roce la gestión del cambio son aconsejables puntos de vista capaces de integrar sin prejuicios distintas aproximaciones y que se muevan, como tú, cómodos en los espacios intermedios.
Gracias por comentar Isabel, un abrazo.
@Inma, Sí. Conozco buenas experiencias con muy buenos resultados. Aún así creo que lo ideal sería combinarlo con una educación artística y humanística mucho más importante que la que se da ahora. Hay que facilitar a las personas la posibilidad de dejarse ir en “parapentes” mentales que les permitan imaginarse realidades alternativas a las que pobremente se les están ofreciendo. En un mundo que pide actuaciones distintas a las que nos han llevado al momento actual hace falta estimular el pensamiento lateral junto a la capacidad de desarrollar iniciativas con método y rigor. Un saludo!
ResponderEliminarSi el ser humano, desde que existe, hubiera seguido la teoría de ese hombre, hoy aún seríamos monos.
ResponderEliminar@Carla. O mejor incluso, una monada :)) Un saludo cordial Carla
ResponderEliminarme pregunto de dónde sacaba ese contertulio lo que es realmente serio profundo y digno de análisis. Madre mía qué talibán es el personal con eso de lo que deben leer y debe gustarles a los humanos, señor.
ResponderEliminar@Goio. Lo fascinante de estos “talibanismos”es que suelen ir disfrazados de aperturistas, vanguardistas, creativos, diversos, etc. Uff!...
ResponderEliminarJajajajaja Tuiteaba esta mañana. "Tengo el ebook y las estanterías llenas de libros sesudos. Necesito una novela ya!" Hablamos sobre esto la ultima vez y compartía tu lugar. Que sería de mi sin mis viajes leyendo, sin volar oliendo comic, sin esos empachos de cine fantastico,... Y que sería de mi practica profesional. Utilizaba a Gioconda Belli acompañando mujeres, en una de mis ultimas sesiones acompañando a un responsable de procesos en una empresa hablábamos de Elvis Presley Jajaja y fue central e importante en lo que estábamos hablando.
ResponderEliminarEs la manera de utilizar cada lugar de la cueva para resonar...
Te tengo pendiente... Duda y miedo... Igual te hago un post ;D
@Gallas. Qué bueno eso Asier: “Es la manera de utilizar cada lugar de la cueva para resonar...” Me he acordado de aquella cena en la que no paramos de dibujar hablando de nuestras cosas y mezclando harmónicamente ficción, cine, proyectos, ideas, valoraciones, prospectivas… Y es que, como se dice, no se puede buscar nada nuevo donde no se juega…:)
ResponderEliminar¿Qué me haces un post? Qué lujo!! Venga…:)