sábado, 26 de mayo de 2012

A la altura de las expectativas

Sigue tan vigente como en el primer día aquella teoría enunciada por Douglas McGregor, allá por los años 60, y que se resume en la necesidad de huir del triste enfoque directivo basado en que en la naturaleza de las personas anida, de manera espontanea y natural, la tendencia al escaqueo y de que no puede concebirse otro motivo por el que la mayoría de los mortales arrimaría el hombro que el de obtener a cambio una ganancia al margen de la satisfacción por la calidad, resultado o implicaciones derivadas del trabajo realizado.

Por mucho que se avance en el planteamiento de modelos de liderazgo basados en la confianza, la capacidad y la buena disposición de las personas, a la hora de la verdad y de manera más o menos evidente, éstas son “gestionadas” como si la única vinculación posible con la organización fuera la del mercenariato más desapegado.

Resulta casi una obviedad que las políticas de recursos humanos escoran peligrosamente del lado de los “recursos” y de que el calificativo de “humanos” se emite desde la perspectiva gulliveriana de quien, con más o menos convicción, intenta conciliar los intereses de la organización con los de unos personajes que se mueven por razones prosaicas y ajenas a cualquier motivo que no sea el de obtener un beneficio tangible y relacionado siempre con intereses propios e indiferentes a los propósitos más elevados de la empresa.

Sea como fuere, cada vez que se trata de incorporar a las personas a proyectos o tareas que sean distintos o que trasciendan a las responsabilidades que tienen asignadas, se desarrolla de manera automática y paralela una reflexión dirigida a encontrar un modo con el que remunerarlas partiendo del acuerdo tácito de que ésta es la única manera por la que alguien accedería a hacer algo que difiera [o fuera un añadido] de lo que ya tiene contratado.

La idea de que para muchas personas es motivo suficiente participar de manera voluntaria en un proyecto o llevar a cabo una actuación que se entienda como interesante o necesaria, no suele inspirar muchos de nuestros escenarios directivos en los que revolotea, solitaria, la necesidad de encontrar aquella partida de zanahorias que estén a mejor precio o que se pueda pagar.

Es difícil encontrar una sola causa a este fenómeno. En un principio se puede llegar a pensar que esta filosofía se deriva de una proyección de los propios valores hacia los demás, pero también pudiera ser lo contrario y que se tratase más bien de una concepción “del otro” como alguien “ajeno” y con una concepción distinta del trabajo, ya que no es extraño que se dé el caso de que aquellas personas que esgrimen esa manera de proceder accedan frecuentemente a arrimar el hombro sin esperar contrapartida en aquellas situaciones en las que se cree necesario.

Tampoco es extraño deducir de este tipo de actitudes otros factores como pueden serlo el temor a que invitar a la colaboración exude un malestar organizativo que se intuye y se prefiere mantener subterráneamente o evitar aquello tan temido como generar expectativas a que una implicación en el proyecto por el propio proyecto suponga, como mínimo, incluir aquellos cambios y aportaciones que se puedan sugerir.

Sea como sea y por lo que sea, el peligro de todo esto radica en que las personas suelen estar a la altura de lo que se espera realmente de ellas, que al final uno sólo puede aspirar a obtener aquello que realmente está pidiendo y que, a la larga [o no tan larga] este tipo de expectativas desembocan en culturas corporativas acostumbradas a un tipo determinado de transacción y poco tolerantes a maneras distintas de actuar… vaya, un pez que se muerde la cola…


12 comentarios:

  1. Muy interesante y acertado, Manel. El jueves tuvimos en Bilbao un interesante encuentro en la que se habló de estos temas, te paso el enlace a lo que nuestro amigo Julen ha escrito sobre ello: http://blog.consultorartesano.com/2012/05/hanna-instruments-empresa-pequena-y-curiosa.html.
    Un abrazo,
    Alfonso

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    1. Realmente sí debió ser interesante, Alfonso. Estimulante lo que cuenta Julen sobre esta empresa "pequeña y curiosa". Gracias!
      Un abrazo,

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  2. Esto me ha recordado a como entrenan algunos a los animales, les dan algo cuando lo hacen bien (en general comida) y no les premian o les castigan cuando lo hacen mal, incluso algunas personas utilizan este método con los niños .... pero es una forma que no siempre funciona, es más yo diría que "funciona raro" por decirlo finamente ....
    Últimamente veo un programa de un "entrenador" de perros (El lider de la manada) César Millán conoce muy bien a los perros, los conoce, los observa, los respeta .... a veces pienso que ya les gustaría a muchos seres humanos ser respetados y tratados como él trata a los perros ....

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    1. En el fondo creo que eso de motivar a través de recompensas no es otra cosa que “pensamiento heredado”, se trata de un sentimiento primigenio de propiedad sobre las tareas, objetivos y proyectos intransferible e “incompartible”, de ahí que se parta de la premisa de que “nadie hace nada por nada”. Se trata de algo que hemos aprendido similar al dar clases sin esperar a que nadie aprenda limitándonos tan sólo a enseñar, si te paras a pensar no tiene mucho sentido pero ahí es donde radica el problema, en “no pararse a pensar”…

      Razón que tienes, colaborar con alguien que se detenga a observarte, conocerte y te respete es un lujo en muchos casos…
      Un saludo, Juana

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  3. Es un desperdicio desaprovechar esa motivación intrínseca de las personas para involucrarse. En otras ocasiones has abordado este tema de las expectativas y me ha llevado a hacerme muchas preguntas, supongo que gracias a eso me he vuelto mejor observadora.
    Creo que el criterio de la zanahoria, en muchos casos, se debe a la proyección de los propios valores, eso de que “piensa el ladrón…” y eso produce hastío y desapego. También creo que no es disculpa porque unos por los otros… así nos va.

    Pero como te decía en uno de los primeros comentarios que dejé en tu casa, yo nunca sería buena para una selección de personal porque veo lo que las personas pueden hacer, pero no si lo quieren hacer. Supongo que mi propia tendencia como “militante de lo posible” me condiciona. Igual debería reflexionar sobre esto porque igual sin querer, es fácil caer en el extremo contrario. Gracias por el recordatorio, es importante.

    Un abrazo Manel.

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    1. Seguro que en la línea de lo que apuntabas no hace mucho, el despilfarro de este tipo de recursos también ha influido de manera determinante en el momento que nos toca vivir y está claro que toca no seguir desaprovechándolo para pasar a gestionarlo como uno de los más valiosos de los recursos [en algunos casos ya el único…]

      Sí, en muchos casos creo que hay una proyección de los propios valores, pero en los dos casos recientes que me mueven a hacer esta entrada, las personas con las que colaboro aportan más valor del que explícitamente les es reconocido y lo ven como algo natural debido a sus características no tanto profesionales como personales, como si fuera algo que ell@s son capaces de soportar y el resto no, una especie de sacrificio heroico por la organización que nadie más ha de estar dispuesto o podría correr…Sí ya sé que suena como algo exagerado pero la idea que subyace es la que quiero comentarte…

      Seleccionar es una cosa, pero siendo coherente con el post, justamente por creer en las posibilidades de las personas es por lo que debes ser buena adscribiendo a las personas a un proyecto y esto es lo importante, ¿verdad? Creo que tu “militancia de lo posible” te convalida cualquier reflexión sobre estos aspectos…;))

      Un abrazo, Isabel

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  4. Las expectativas las deberíamos entender como retos. Los retos son grandes impulsores de las capacidades humanas.

    Si estos retos se aderezan como decías alguna vez, con autonomía (incluso para definir el reto), utilidad, confianza y apoyo, se están sentando las bases para obtener resultados diferenciadores.

    Todo esto que suena tan bonito, no se aplica en la mayoría de equipos y organizaciones y no es por desconocimiento. Esta forma de funcionar implica repartir poder y responsabilidad y la mayoría de las personas no están preparadas para afrontar este hecho.

    Saludos Manel!!

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    1. Si, da que pensar… A veces parece que “retribuir a alguien por hacer algo” desvía las posibles expectativas que puedan generarse de que “ese alguien se sienta propietario de ese algo” De este modo, la propiedad [y la autoría] pertenece sin ninguna duda a quienes han apostado por ello sin recibir nada a cambio…Sí…más de una vez debe haber algo de eso…

      Un abrazo Pau!

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  5. No sé dónde lo leí. Apunté, hace un tiempo, la frase en una de mis libretas, sin anotar su procedencia: "Un jefe se mide por la gente que le rodea".
    Me bastó una mirada rápida a entornos cercanos para calcular el tamaño de los líderes?? que se cobijan bajo el manto de la Teoría X. Pequeñitos. Sus propias creencias o convicciones en lo referente a las personas de su organización les impide (y les impedirá) crecer. Un liderazgo basado en el control y el poder (autoridad, más bien) que sólo genera sumisión y conformismo, condena a la organización a una ley de mínimos, en todos los aspectos. El logro será el justo y necesario. Los trabajadores se sumirán cada vez en el letargo de sus propias capacidades, potencial, ambiciones, ilusiones, ... Anulado el sentido crítico, la creatividad, el compromiso personal,... Sin flexibilidad para afrontar los cambios en una época en la que se producen a una velocidad vertiginosa.

    Frente a la Teoría X, la Teoría Y: el trabajador como el activo más importante, maduro y responsable, que invierte esfuerzo físico y mental de manera natural en la tarea, capaz de ejercer la autodirección y el autocontrol en su compromiso con los objetivos, de aceptar e incluso buscar responsabilidades, de aplicar un alto grado de creatividad e imaginación en la solución de problemas, personas, al fin, optimistas, dinámicas y flexibles.

    En esta teoría, los líderes deben ser XXXL. El reflejo de esa grandeza cegará la desconfianza e iluminará a las personas para que busquen, en su interior, en libertad, su potencial, sus deseos de brillar, a su vez, en el logro de los objetivos. En el peor de los casos, imagino aprendizaje y crecimiento, nuevos retos con los que comprometerse.

    ¿Y por qué no una teoría Z? Un liderazgo compartido, a turnos, incluso, en base a cada proyecto, reto, objetivo,... Un liderazgo basado en el mérito, en el conocimiento, la experiencia, la PERSONA que cada uno ES, al fin y al cabo, también dentro de la organización.

    Ya he dicho en alguna ocasión que soy una soñadora.

    ¿Y por qué no?

    Oso muxu handia, Manel. Y felices sueños a tod@s.

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    1. Desde las tinieblas de la Humanidad, siempre han existido grupos humanos que han afrontado los mismos retos a partir del “cómo diferencial” con el que han evolucionado.Me imagino que la “marca” genética con la que algunos han aprendido les impide enfocar otra mirada comprensiva sobre el mundo que aquella predeterminada que les indica lo que deben ver. Una de las posibilidades que se atisban del momento actual es que viene a ser el equivalente de aquel meteorito del que se habla y del que se cree que hundió bajo capas de polvo a los poderosos y pesados dinosaurios cediendo el paso a criaturas que hasta el momento se movían de manera discreta en aquel mundo de gigantes.

      En alguna charla me he oído decir que no es casual que se hayan puesto otra vez de moda los “zombie”, porque de alguna manera refleja el estado actual en el que algunos siguen circulando por mundos que de hecho ya no existen o se desmoronan aceleradamente bajo sus pies sin tener la mínima consciencia de ello, ignorantes de que circular por el pasado como si del presente se tratase sólo pueden hacerlo los muertos.

      El liderazgo Z basado en la meritocrácia y en el respeto y aprovechamiento de la capacidad de cada uno es el que se demanda actualmente en este mundo de personas interconectadas y comprometidas. Es cuestión de tiempo de que algunos dejemos de trazar “Zetas” a punta de espada en algunas frentes cejijuntas para que pase a ser una realidad universalmente reconocida. Y más si se cuenta con la fuerza de los sueños que se sueñan dulce e insistentemente, ¿verdad?

      Mila esker eta oso muxu handia, Marta :)

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  6. Manel: desapareció el comentario que escribí hace unos días a este post. Lo intento recrear: la entrada me parece brillante, tanto por los contenidos como por la prosa que usas. Un deleite leerte. Además el mensaje coincide con el que yo suelo dar: las personas se comprometen e ilusionan su quieren y si se les deja.

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  7. Es importante este matiz del "si quieren", sí ...

    Gracias Eugenio, un abrazo

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