Cualquiera que esté poco entrenado y haya cantado o tocado algún instrumento musical siguiendo el compás de un metrónomo ha podido comprobar cómo, tarde o temprano, se descompasa y no puede evitar correr avanzándose al tiempo marcado. El verdadero esfuerzo consiste en no precipitarse y en contener esta tendencia a la aceleración utilizando el obstinado tic-tac como una brida que se ha de morder con no poco sufrimiento. Ésta es la principal razón de la ambivalencia hacia el metrónomo y de por qué es tan odiado como necesitado por la inmensa mayoría de los estudiantes de música.
Otro aspecto que merece la pena observar al respecto es que esta ansia por precipitarse, lejos de deberse, como se podría suponer, a la soltura, conocimiento y experiencia en interpretar la pieza, suele darse en los fragmentos más difíciles y menos dominados por el músico. Es justamente cuando hay dificultades, ya sea porque todavía no se ha entendido el sentido de la frase o porque no se ha organizado bien la digitación, donde el estudiante tiende a acelerarse reduciendo cada vez más el tiempo entre nota y nota hasta rodar descontroladamente, apelotonando las notas y desfigurando cualquier sentido que pudiera tener la melodía.
También saben todos aquellos que lo han probado que, paralelamente a este esfuerzo por contener la ansiedad, si se respeta el tiempo que se requiere entre nota y nota, se experimenta una progresiva y agradable sensación de tranquilidad que, a su vez, contribuye a que el sonido sea mucho más limpio, sereno y claro. Una sensación de equilibrio que se contagia a quien está escuchando.
Sucede lo mismo en el desarrollo de proyectos, donde se suele pasar rápidamente del terreno del diseño y del planteamiento general al del detalle más ínfimo, siguiendo una inercia gravitatoria que lleva a precipitarse hacia aquello más específico donde suelen identificarse, de inmediato, los posibles problemas.
Es muy curioso comprobar que, por mucho que se insista en la necesidad de ir paso a paso, hay una incapacidad, presumiblemente atávica, que lleva a acelerarse y a entretenerse en buscar solución a problemas que todavía no se tienen antes de haber acabado de dar sentido al proyecto y de ilusionarse por los resultados que se espera obtener. Un factor [este de saber lo que se quiere] clave para orientar la respuesta a cualquier pregunta que pueda formularse después.
La rápida desfiguración que suelen sufrir muchos proyectos se debe, fundamentalmente, a la falta de argumentos, convencimiento y criterios claros a la hora de tomar decisiones para enfocarlos. Algo que suele suceder por olvidar, en sus inicios, algo tan sencillo como contener la prisa por pasar a lo más operativo y disfrutar de la sensación de serenidad y equilibrio que proporciona el que una nota lleve a su debido tiempo a la siguiente.
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Fotografía: [cumClavis]
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Es aplicable a tantas situaciones!...
ResponderEliminarExcelente, como siempre.
Si. Prácticamente es aplicable a cualquier actividad: cada cosa a su tiempo y un tiempo para cada cosa, como se suele decir ;-) Gràcies Judith!
EliminarYo que soy impulsiva e impaciente, me encantan las personas de ritmo pausado, me gusta la música que te lleva a respirar lento, me gustan los días en que las nubes apenas se mueven .... las olas y su sonido .... esos ritmos ....
ResponderEliminarFeliz domingo
Pues en aquel ratito que nos vimos me pareció que tu tiempo debía estar entre un allegro y un presto muy bien llevados, por la vivacidad de tu conversación y la tranquilidad y placidez que al mismo tiempo provoca tu compañía. Feliz domingo, Juana!
EliminarMe has llevado a mis clases de piano. Hace muchas notas ...
ResponderEliminarCada nueva partitura marcaba el comienzo de infinitas repeticiones lentas, pausadas, que entrecortaban la melodía alejàndola mucho de la que ya era en el pentagrama.
La partitura necesitaba ese recorrido para llevar a mis manos al dominio que permite, después, expresar los matices, las emociones, ... que contienen las notas.
Y yo no se lo daba. Mi impaciencia me llevaba a correr para llegar antes al tiempo deseado y mis dedos se aceleraban y, así, me resultaba mucho más difícil llegar a expresar a través de la música.
Hoy, mi metrónomo son otras voces. Voces con otros ritmos a las que escucho para acercarme a ese equilibrio del que hablas.
Voces como la tuya.
Eskerrik asko, Manel.
Qué conocida la imagen que describes! Llevas razón, seguir ese proceso era absolutamente necesario para fundamentar cada sistema con una base sólida que garantizase la ejecución posterior, sin temor a quedarse en blanco y no saber encontrarse ni tan siquiera en la partitura. Sucede lo mismo en muchas otras cosas [tal y como decía también @arati], esa impaciencia a la que te refieres conduce a quemar etapas fundamentales para la calidad de muchos otros proyectos ya sean personales o profesionales. Una especie de necesidad de tocar con los pies en el suelo nos lleva a caer en plancha y pegarnos literalmente al suelo sin disfrutar de la perspectiva ni obtener la seguridad sobre el terreno que nos ofrece un descenso pausado y posarse sólo con los pies. El resultado es por todos harto conocido, tanto por la baja calidad que se consigue como por la ansiedad y el estrés que genera.
EliminarMe consta que es verdad lo que comentas y de que vuestra experiencia demuestra que desarrollar un proyecto a su tiempo sólo puede proporcionar excelentes resultados. Yo creo que, en vuestro caso, el ritmo no lo marcan sólo las voces sino los corazones: tu, AnNe, Pau y Luís…imagínate… ¡el de Luís!…
Gracias a ti Marta!
Tus post sí que son un metrónomo!
ResponderEliminarGracias, Manel, por compartir siempre tan sensatas reflexiones!
Un abrazo.
Moltíssimes gràcies Joan Carles, venint de tu és tot un orgull. Espero que tingueu unes bones festes i que la música per la que batalleu segueixi fluint a casa teva. Una abraçada!
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