lunes, 13 de enero de 2014

Valores corporativos: dos casos prácticos de su aplicación a la organización

No debiera extrañar la disociación que suele existir en la inmensa mayoría de organizaciones entre reflexión y acción, entre lo que es útil y lo que suele considerarse humo o entre filosofía y tocar de pies en el suelo, ya que las cosas son exactamente lo que parecen ser más de lo que realmente nos gusta admitir.

Así pues y contrariamente a aquellos que propugnan que no hay razones para tal disociación, muchos de los conceptos que se hallan en el capítulo de lo que se ha dado en llamar filosofía corporativa son vistos, a la hora de la verdad, como inútiles por ocupar, en la vida de la organización, poco más espacio que el que tienen reservado en el web, el powerpoint de presentación corporativa o el cajón de la mesa en el que son celosamente guardados.

Los valores son un ejemplo de ello y lejos de ser los principios éticos sobre los que se asienta la cultura de la empresa, suelen formar parte de aquellos conceptos que no trascienden los márgenes establecidos por una palabra y su definición y que acaban siendo, tarde o temprano, olvidados por no existir ningún puente que los relacione con la actividad real de la organización.

Paso a presentar una par de casos prácticos en los que, en un ejercicio de coherencia, dos entidades distintas impulsan, siguen y controlan los valores que propugnan traduciéndolos en herramientas concretas para la organización. Algo que debiera considerarse obvio pero que en la práctica no suele serlo tanto.

I
Como muchas otras organizaciones, el Consorci d’Acció Social de la Garrotxa definió en el marco de la elaboración de su Plan Estratégico una serie de valores que identificaban aquellos principios que debían de caracterizar el tránsito de la organización hacia el modelo de futuro que se había planteado. Para ello articuló un proceso participativo con todos sus trabajadores y trabajadoras en el que primero se determinó y se definieron estos valores y posteriormente [y aquí está lo más interesante] se realizó el ejercicio de materializarlos, traduciéndolos en aquellos comportamientos clave que permitieran identificarlos en la práctica. Estos comportamientos debían ser de carácter general, esperables en cualquier persona, independientemente del lugar que ocupara en la estructura, y considerados como imprescindibles por desprenderse y explicitar el código ético que de manera tácita compartían, presumiblemente, las personas de esta organización.

El hecho de leer los valores en clave de competencias genéricas y traducirlos en comportamientos concretos y deseados ha permitido articular un mecanismo periódico de evaluación profesional abriendo un escenario de diálogo entre persona y dirección sin la necesidad de complicar la gestión creando diccionarios de competencias paralelos. Una manera sencilla de sacar provecho de un concepto [el de valor] y desempolvarlo de las capas de abstracción que normalmente lo cubren, manteniéndolo vivo en el día a día de la organización.


II
Hace poco menos de un año, diferentes instituciones públicas de una misma comarca catalana decidieron aunar esfuerzos integrando los respectivos organismos relacionados con el desarrollo y promoción económica en una única entidad: l'Agència de Promoció Econòmica de la Garrotxa. De este modo se pretende alinear la atomicidad de las actuaciones con una visión holística de las necesidades expresadas por el territorio, optimizar recursos, aumentar la eficacia e innovar en la oferta de servicios.

A día de hoy y después de los acuerdos políticos preliminares ya se está trabajando en el diseño de esta nueva organización y se han llevado a cabo diferentes acciones para fomentar la conversación entre los organismos que se integran, así como unificar criterios respecto a aspectos relacionados con la nueva cultura corporativa, entre ellos los valores que han de inspirar y dar consistencia a los diferentes componentes de la organización.

Una vez aquí se han abierto dos procesos de trabajo, uno para traducir cada valor en rasgos concretos de funcionamiento interno [de qué forma resuelven necesidades y se ponen de manifiesto para los equipos y para las personas de la organización]. Y otro para convertir cada valor en rasgos de identidad y maneras de hacer [también muy concretas] que caractericen a la organización ante sus usuarios y, en general, ante todos aquellos agentes con los que directa o indirectamente entre en contacto.

Esta concreción de los valores en elementos tangibles interna y externamente busca facilitar su evaluación y seguimiento sustrayéndolos del limbo del pensamiento estratégico en el que suelen hibernar para inocularlos en el torrente sanguíneo de la organización y ser bombeados de manera permanente a cada rincón de su actividad.

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La fotografía del inicio está tomada cerca de la Plaça de la Mercè [Barcelona] me remitió a estas estructuras aparentemente sólidas que son sólo fachada. La del barco de papel es de Alberto Ochoa y me gusta especialmente porque representa de manera sencilla el paso de las ideas a las acciones.

4 comentarios:

  1. Me parece sumamente interesante la ruta de los dos procesos de trabajo, de lo abstracto y genérico a lo concreto para luego poder convertir los valores en auténticos rasgos de identidad de la organización.

    Me ha hecho pensar en una frase que escuché en algún visionado reciente: “No son nuestras habilidades lo que muestra quienes somos sino nuestras elecciones”. El proceso que describes me parece tan interesante como necesario también a nivel individual, por aquello de reducir distancias entre lo que decimos y lo que hacemos, que es lo que a la larga nos define. Se podría decir que es un buen reto personal, pero tal vez la palabra reto puede eclipsar lo importante: la decisión de hacerlo y el proceso.

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    1. La idea es muy sencilla y se basa fundamentalmente en simplificar y ser coherentes. Quizás sea ahí donde se halle la dificultad, en querer simplificar y en la resistencia a llevar a la práctica aquello con lo que tan fácilmente queremos que nos identifiquen. Sinceramente creo que suele haber poca reflexión sobre los valores cuando estos se definen, que se suele ir demasiado rápido y que se acude a estereotipos y modas. Quizás por eso cueste pensar en ellos y se olviden [literalmente] cuando se trata de desarrollar herramientas concretas de gestión o a la hora de evaluar cómo se están haciendo realmente las cosas. Como dices, esto también se puede aplicar al plano personal.

      Interesante el matiz que introduces en la dificultad natural que conlleva el “reto”, esa de que en su esencia se encuentre la necesidad de mantenerse siempre en el plano de lo que se “desea” y de que para existir nunca se deba de lograr.

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    2. Últimamente, en el proceso de poner en línea vivencias y reflexión, me sorprendo al tropezarme de frente con alguno de esos valores cuyo nombre me ha acompañado toda la vida y que ahora van asomando, no tan puros como sobre el papel sino con sus cicatrices, pero absolutamente reconocibles. Y no lo llevo al plano personal por egocentrismo sino porque entender mi propia dificultad me ayuda a intentar comprender la de otras personas, y creo que eso es fundamental para trabajar sobre objetivos en equipo. La metodología que explicas en el post me parece muy potente. Tienes razón, lo obvio es muy escurridizo.

      Alguna vez hemos comentado sobre el uso de la palabra “reto”, sé que suena dura pero a mi me gusta porque lo entiendo como un reto conmigo misma. Sin embargo lo cierto es que la uso por acortar, porque lo que me gusta es el proceso (es que ahí es donde está el verdadero reto, en el aprendizaje y la carrera de fondo que supone muchas veces). No me había percatado del matiz que destacas y me gusta. No deja de ser el considerar cada etapa como un nuevo inicio… en el que incorporamos la parte del proceso que ya llevamos encima, ¿verdad?

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    3. No he pensado que lo llevaras al plano personal, Isabel. Según mi parecer, los valores siempre están en lo personal, se cultivan en los huertos más íntimos de nuestra historia y crecen con nosotros a lo largo de nuestro desarrollo mientras van fertilizándose y parasitándose con todo aquello que nos llueve. Realmente creo que no hay valores de equipo ni organizativos si no emanan o están mínimamente larvados en las personas y que sólo pueden llegar a compartirse si se conversa “lo suficiente” sobre ellos. Respecto a “lo suficiente” no tiene que ser necesariamente “poco” ni “mucho” y puede que aquí ya resida uno de los determinantes de la veleidad de muchos valores organizativos. Ya quisiéramos que muchas organizaciones, equipos y personas relevantes se sometieran al autoanálisis al que te sometes tú, pero mientras los valores que se promulgan sigan siendo distintos [a veces diametralmente opuestos] a los que realmente se tienen será difícil que generen herida y dejen huella.

      ¡Verdad! :-) Sí, alguna vez ya hemos hablado de que los objetivos son una buena escusa para meterse en el camino que es, a fin de cuentas, donde se conoce, se conversa, se aprende y uno le concede, incluso, el valor real al objetivo al cual conduce. De que lo importante no es tanto lograr el reto como tener siempre un buen motivo por el que hacer camino y no me importa nada que sigamos hablando muchos años más de ello :-)

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