Llevar a cabo el papel de facilitador de un grupo que ha de trabajar de manera colaborativa no siempre significa lo mismo. Hay veces que es fácil, muy fácil. Propones o se acuerdan unos objetivos de trabajo, se establecen unos tiempos y todo cobra vida. Las personas se desplazan a sus zonas de trabajo y las conversaciones manan fluidas. La expresión de las caras es brillante y reflejan interés, la escucha es sincera y la participación es total. Se respetan los tiempos y los grupos acuden con resultados contrastados que debaten en plenarios atentos y comprometidos con la tarea. Las horas vuelan, el día pasa rápido y uno tiene la sensación de que el único valor añadido ha sido estructurar la sesión y de que, aparte de eso, no hacía ninguna falta estar ahí. Cuando facilitar es fácil, es fácil también que a uno le asalten esas dudas.
Pero no siempre es así, hay otras veces que no es fácil en absoluto y la facilitación se vuelve como una masilla que a fuerza de remover coge cada vez más consistencia, volviéndose más espesa. Donde el facilitador, convertido en tractor, se ve empujando al grupo y conjurando el sentido de unos objetivos o de una situación que ve como impropia y que no le pertenecen más allá de la tarea de canalizar conversaciones y orientar a resultados. La actividad, sea cual sea, se percibe como algo artificial y postizo, las horas pasan pesadas y lentas y la sensación final es la de que uno no debiera haber estado nunca ahí. Cuando facilitar no resulta fácil, suele significar que realmente no se ha conseguido.
Estos dos extremos en el trabajo colaborativo que todos hemos podido comprobar a nivel presencial se dan en mayor grado cuando éste se intenta vehiculizar a través de la red, aunque soy de la opinión que, entre los dos extremos, la balanza se inclina más hacia el último y que, a pesar de los ríos de tinta que se escriben sobre las bondades del aprendizaje y de trabajo colaborativo en red, éste no ha acabado de levantar cabeza por mucho que en su día se decidiera pasar del e-learning al branding inyectándole presencialidad en vena al trabajo on-line. En la práctica habitual, la posible profusión de aportaciones por parte de una minoría suele esconder la inactividad de una gran parte de la comunidad inscrita.
Muchos coinciden en que, a la hora de plantearse el aprendizaje a través del trabajo colaborativo en red, son necesarias como mínimo tres condiciones: un objetivo claro de aprendizaje, un escenario on line en condiciones y una comunidad de participantes que comparta el objetivo y use la plataforma.
Dada la multitud de plataformas atractivas, cómodas y accesibles a la diversidad de recursos, situaciones y capacidades técnicas que pueda presentar cualquiera; y a la habilidad que en mayor o menor grado todos hemos adquirido para manejarnos en un tipo de entornos que -hace tiempo- han trascendido los espacios profesionales para instalarse en los personales, no creo que sea en este factor donde se deban seguir centrando las reflexiones sobre los determinantes del éxito de este tipo de actividades. A mi entender, el análisis ha de focalizarse hacia los factores que hacen que las personas usen la plataforma con el objetivo de aprender compartiendo y colaborando con otros, al margen del diseño tecnológico y de la amabilidad de la plataforma.
Resulta obvio que la nitidez del objetivo y el hecho de que éste sea compartido es fundamental para el trabajo colaborativo, pero lejos de quedarnos ahí, es reveladora la importancia real que este objetivo pueda tener para la persona y, de tenerla, el lugar que ocupa en el total de cosas importantes a las que decide dedicar su atención y su tiempo. El grado de importancia que se le da a algo está directamente relacionado con la cantidad de recursos que se le dedica. Está claro que aquello a lo que no se le dedican recursos no es importante, no hace falta darle más vueltas.
Por otro lado es habitual pensar que otro de los factores que determinan el éxito del aprendizaje entre pares y del trabajo colaborativo en red es la generosidad con la que las personas comparten conocimiento y experiencia. No voy a entrar en discutir la evidencia de que las aportaciones de cada uno constituyen el verdadero aliño del trabajo colaborativo, pero sí que voy a poner en duda que esta contribución deba ser hecha desde la generosidad.
Hay algo de unidireccional escondido entre los pliegues de la bondad del concepto “generosidad” que puede estar enmascarando y frenando el verdadero motor del trabajo colaborativo y del aprendizaje en red. Éste requiere que las personas se busquen, contrasten, compartan y trabajen más allá de la actitud generosa de quien da, sino también de quien espera recibir y crecer en el seno de esta relación.
El trabajo colaborativo exige de capacidades y actitudes como la reciprocidad [dar feedback; agradecer aportaciones; compartir información, opiniones e ideas], la dinamización [animar y contribuir como miembro a activar a los otros miembros], el instalarse en el beta [relativizar las propias aportaciones, obertura a la crítica], la asertividad [aportar ideas y expresar opiniones de manera fluida y amable] y el compromiso con la comunidad, entendido como la contribución con el propio talento personal a hacer realidad unos objetivos con la esperanza de que estos conlleven una mejora evidente para aquellos que participan. Todas ellas fundamentales para que se dé el trabajo colaborativo con alguna garantía.
Quizás ahí haya una clave no tan sólo para impulsar el trabajo colaborativo sino para revisar aquellas culturas corporativas en las que se pretende impulsar.
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La foto inferior es de Tomasz Gudzowaty.
Hola Manel, has tocado, a mi juicio, uno de los temas trascendentes en lo colaborativo: la participación. En los espacios tradicionales viene de oficio. No hay que esforzarse mucho ya que está preinstalada ;). Pero, como sabes, cuando te sales del confort de la organización reglada y tutelada...viene el reto...el cual es permanente. En cada agrupación se ha de operar como si fuese la primera. ¿Que podemos hacer? Lo que tu haces: artesania. Observar bien la motivacionincial de los participantes y en función de ello proponer/negociar/seducir/motivar/ un plan de acción que cubra los objetivos propuestos. En los casos de tema candentes y presionante casi no hay que hacer nada. En los caso de tema (percibido) como mas artificioso (menos vital), hay que ser mas intervencionista ( mas caja de herramientas). Y luego, para no forzar la naturalidad de estos planteamientos, que el grupo se sitúe con toda libertad donde quiera.
ResponderEliminarHola Jesús,
EliminarParece que está claro que el componente motivacional inicial y que el grupo se sitúe con toda libertad donde quiera, son dos de los claves fundamentales para que las personas adquieran la propiedad y se hagan suyos los objetivos. Tu larga trayectoria en impulsa e investigar sobre trabajo colaborativo avala esta aportación. No hay duda de que estos son dos de los motores del trabajo colaborativo. Pero también veo que casi todos los comentarios se centran en el camino que ha de recorrer [o no recorrer] el facilitador para que las coses funcionen. ¿Y los participantes? ¿Hay un camino previo que tengan que recorrer, ellos solos?
Muy buena reflexión Manel. Me quedo también con lo que comenta Jesús, la fricción entre lo artificioso y lo natural. Hasta qué punto se debe proponer/seducir/persuadir/convencer sin invadir los terrenos de la imposición y el liderazgo excesivo? Cuando algo es imprescindible e inevitable trabajar colaborativamente "vale menos", es cuestión de supervivencia. Cuando abres una nueva cuestión, nuevas fronteras siempre debe de haber un punto de intervención pero, sin duda, hay que saber parar a tiempo. La clave sería una persistencia indiscriminada pero con escucha activa,no?. Es como cuando recomiendas una película. Cuando una me fascina en exceso me dan igual los demás: es tan buena que lo tengo que anunciar a los cuatro vientos. Cuando es una gran/muy buena película quizás se trata más de ver en que target cinéfilo se mueve la persona que te escucha.
ResponderEliminarMe quedo con una frase del post: "Está claro que aquello a lo que no se le dedican recursos no es importante, no hace falta darle más vueltas." Más claro no se puede decir. Todo lo demás son procrastinaciones y autojustificaciones varias que nos hacemos. Piensa a que dedicas tus recursos, esfuerzos, energías y talentos y verás que es lo que estás haciendo en tu vida, ya sea personal o profesional. Y sino, échale la culpa a lo externo y quédate, extrañamente, tranquilo contigo mismo!
P.D.: Gran foto la inferior
P.D.2: Fruto de esta necesidad de predicarlo "sin ton ni son" recomiendo una enorme película española reciente: "Magical girl"
Coincido absolutamente con lo que dices Robert, en una pendiente el proyecto rueda solo por su propia gravedad, en un plano horizontal se requiere que se le empuje un poco o que se tire de él; encontrar el equilibro entre la presión que debe aplicar cada cual para que esto suceda es lo que decís con Jesús cuando habláis de singularizar cada caso, escuchando y activando persistentemente. A ver si cuando terminemos el proyecto que tenemos entre manos destilamos los componentes que hacen que el grupo que estas impulsando tenga tanta vida. Seguro que allí hay claves.
EliminarEncantado de tenerte por aquí y muchísimas gracias por la recomendación :) Seguim!
Es curioso el desconcierto que produce algo que resulta fácil. Y debería ser lo habitual cuando lo artesano ha entrado en el grado de maestría pero igual es que tenemos que cuidar mejor la elección de materia prima. La sensación de dificultad e insatisfacción que describes en el segundo párrafo me ha recordado a otro post tuyo en el que hablabas de “despedir al cliente”.
ResponderEliminarRespecto a la palabra “generosidad” llegué no hace mucho a un artículo sobre su etimología y no solo me sorprendió sino que me reconcilié con ella. Porque también la tenía bajo sospecha…
Está claro que en algunos casos sobra la reflexión y uno ha de plantearse aspectos más “iniciales” ;)))) Cuando a alguien le asalta la duda sobre “¿qué estoy haciendo aquí?” suele significar que este no es, realmente, su lugar. Muy bueno, Isa, el giro que le has dado al planteamiento. Como muy bueno también el enlace que aportas al concepto. Muy, pero que muy interesante.
EliminarSeguramente que de fondo está la marea de "intervenir" que a veces nos angustia. Nos han contratado para intervenir. Algo así como: tú tienes un método, ponte manos a la obra y enséñalo. Pero aquí los métodos son tan relativos...
ResponderEliminarDe verdad que creo que en muchísimas ocasiones la clave pasa por una intervención que no se note. Cuando hablas de "usar", pues es eso, ver qué usan y cómo nos servimos de ese uso para que el medio sirva al fin que queremos (o mejor aún, que quieren, o que creen que quieren). Sí, por aquí viene otro lío: el para qué, el propósito. Eso que todo lo hace fácil... o imposible.
Me temo que estoy abriendo demasiadas puertas, ¿no?
Para nada Julen, estas puertas que abres son [para mi] consecutivas y permiten seguir penetrando. Las profundidades abisales donde se debiera sospechar la presencia de un propósito a veces estan vacías y vamos buscando explicaciones en aquello que se halla en la superficie. Demasiado a menudo nos lanzamos a formular [construir] objetivos sin tomarnos el tiempo para formularnos un propósito claro que los inspire. Ahí hay algo importante que todos sabemos y que [algunos] a veces obviamos...
EliminarOportuna reflexión sobre un tema que me ronda desde hace un tiempo: la gestión de la fase final del proceso colaborativo. Es en ese momento cuando la experiencia, ni extensa, ni diversa, pero sí personal, me lleva a reconocer que el deseo de reciprocidad exige su cuota con fuerza y la mayoría de las veces con frustración. Es algo así como si la acuciante premura de tener el resultado final entre las manos, el producto, conllevara la ruptura abrupta de otras formas más sublimes de relación. En la recta final la participación se limita a unos pocos, la transparencia da paso a la divagación opaca, la información al secretismo. El esfuerzo por lograr el producto, el objetivo último, centra toda energía, frustrando dinámicas de compromiso a las que el grupo ya se había acostumbrado y haciendo difícil retomarlas en un futuro por la pérdida de confianza que conlleva (quizás lo más peligroso)
ResponderEliminar¿Cómo evitarlo? Está claro que hay que dosificar, pero nunca anular, la participación. Quien ha dado ha de sentirse presente, partícipe hasta el final. Se me ocurre:
:: contestar siempre los correos aunque estén fuera de tiempo (“ok”, “Recibido”, “Gracias”,...); dar algún tipo de información (“Estamos trabajando en...” “Nos encontramos en la recta final...”);
:: explicar algo de la trastienda (“Finalmente, no incluiremos... porque el próximo trimestre lo desarrollaremos más ampliamente con los que queráis continuar en el proyecto”);
:: hacer que los colaboradores se sientan realmente cocreadores del producto, hacerles un adelanto, evitar que tengan que acceder a él en la red como el resto de usuarios... :-(
No hay recetas. Pero sí una materia prima sensible y no tan generosamente desprendida como parece. Al menos, en mi caso.
Gracias Manel, como siempre, por la luz en la reflexión y por este espacio para la comunicación que pretendo continuar aprovechando muy interesadamente ;)
Muy interesante tu apunte Elena. Me ha hecho pensar en el impacto que tiene sobre algunos proyectos basados en la colaboración, el propósito real del proyecto. Por ejemplo, a veces se puede observar cómo se trampea la inquietud que en algunas organizaciones genera impulsar proyectos de aprendizaje colaborativo [COP’s por ejemplo], centrando el propósito del proyecto en el producto que se desprende de la comunidad. La colaboración y el aprendizaje que se desprende de ella pasa de la finalidad a ser una consecuencia necesaria [y las más de las veces incomprendida] para obtener un resultado concreto.
EliminarTu comentario también me lleva al tema del tiempo: el trabajo colaborativo seguramente es mucho más rico que el individual pero también exige unos tiempos distintos. Este aspecto junto al anterior seguro que determina las prisas y la falta de sensibilidad que enturbia algunos procesos colaborativos.
Aun así, sigo pensando que la tónica de los comentarios que se están realizando en este post [con los cuales estoy absolutamente de acuerdo] ponen el peso de la deficiencia del trabajo colaborativo en un lado concreto de la balanza.
La concreción de los apuntes finales, me parece muy útiles.
Gracias a ti Elena, por estar aquí y por compartir.
¿Qué libertad han tenido los participantes para situarse en el escenario colaborativo? ¿se entra de forma libre (o apasionada) o más bien empujado por otras circunstancias (las que sean)? ¿sienten que los objetivos por los que colaboran los han generado ellos mismos o les han sido impuestos en alguna medida? Las respuestas a estas preguntas también clarifican el por qué de la implicación en los procesos colaborativos y el por qué resulta más sencillo, a veces, facilitar estos procesos
ResponderEliminarPor cierto! Encantado de volver a tu casa a comentar(te), Manel :-)
ResponderEliminarPreguntas clave las que planteas Nacho. Diría que básicas para comprender la dinámica de este tipo de procesos. Y entiendo que las plantees porque ya sabemos que lo obvio suele obviarse muchas veces en este tipo de reflexiones y que es absolutamente necesario empezar por ahí.
EliminarLos proyectos en los que se inspira mi reflexión suelen darse en organizaciones sensibles a este tipo de variables, entiéndeme, sensibles en la medida en que pueden llegar a serlo algunas culturas organizativas avanzadas en entornos como los nuestros. Aún queda mucho por hacer en este sentido aunque ya se ha avanzado mucho también. Este es el reto que todavía queda en este lado de la balanza [tal y como le comentaba a Elena].
Pero también creo que en este trayecto cada cual ha de recorrer su propio camino y de que hay una parte que no depende de la claridad, voluntariedad o libertad que caracteriza al proyecto sino de las inercias, confort y falta de musculación en algunas actitudes y competencias –algunas muy nuevas- imprescindibles para el trabajo colaborativo.
Encantado estoy yo con esa visita, Nacho!