lunes, 28 de agosto de 2017

Valor aportado y pertenencia a la comunidad: una práctica sencilla.


Como en cualquier relación, la salud y el correcto funcionamiento del trabajo colaborativo reside en el acuerdo y encaje de las personas respecto al objetivo por el que están ahí.

Sabemos que cuanto antes se dé este alineamiento, mejor para el grupo ya que el vacío de acuerdo y encaje suele ocuparlo la diversidad de expectativas sobre el propósito y el prejuicio sobre las motivaciones del otro.

Respecto al acuerdo, dar por sentado que cada persona entiende lo mismo de un determinado objetivo y no dedicar el tiempo necesario para debatir y poner en común el propósito al que sirve, sus implicaciones y qué supone lograrlo, suele ser, demasiadas veces, un poderoso generador de ruido colaborativo, es decir, la principal causa de pérdida de tiempo y una fuente potencial de conflictos. De ahí el interés de realizar un encuentro previo para que las personas analicen y contrasten conjuntamente la naturaleza del trabajo a realizar y los compromisos que requerirá de cada una de ellas, un encuentro al que denomino “momento 0”.

Respecto al encaje entre las personas y quizás debido a la subordinación que sufre todo aquello que tiene que ver con la “relación” respecto a factores considerados menos veleidosos, más racionales y consecuentemente más importantes [como la claridad del objetivo, la metodología o la tecnología a utilizar], suele condicionarse a la tolerancia, talante y cintura de cada cual, cuando no al arbitrio del tiempo.

No obstante, descuidar este factor a la hora de impulsar grupos o comunidades de trabajo colaborativo entre personas que no se conocen, es un grave error y cualquier pseudo-pragmatismo que, por aquello de ir al grano y no perder tiempo, lo aconseje, es muy poco práctico ya que, entre humanos, el “encaje” entre las personas es determinante para que se desarrolle la confianza y el compromiso necesario en toda relación colaborativa.

Esta es la razón por la que, más allá de la definición, detección y asunción de roles para el trabajo en equipo propuesta por Belbin [1993], es aconsejable que, en el “momento 0”, una vez acordado el propósito y naturaleza del trabajo a realizar [y no antes], se formule abiertamente la pregunta:

¿Cuál es el valor que, puedo aportar a esta comunidad o equipo de trabajo?

Y cada participante primero se tome su tiempo para reflexionar sobre la experiencia, conocimiento, habilidades, relaciones, contactos o energía con las que puede y quiere contribuir; sobre las razones por las que vale la pena que la comunidad o el equipo apueste por su colaboración; un argumento de venta personal que identifique la singularidad de cada cual en el conjunto en términos de colaboración para pasar, luego, a exponerlo abiertamente ante los demás miembros.

De llevarse a cabo con seriedad, las bondades de esta sencilla práctica son, de largo, mucho mayores que el tiempo invertido en llevarla a cabo ya que es una oportunidad para chequearse, inventariar y conocer lo que se sabe, se sabe hacer y se quiere hacer, algo muy importante, puesto que lo que se “sabe” se transforma en “conocimiento” cuando la persona se ve impelida a explicitarlo, de lo contrario se corre el riesgo de que vague etéreo, diluyéndose en la vida mental hasta el punto de ser transformado o eliminado por ella misma sin que se sea consciente de ello. Conocer lo que se sabe es algo que no hay que dar por supuesto si no se formula antes la pregunta necesaria para poder conjurarlo, de ahí la oportunidad.

A lo anterior hay que sumar que, para poder aportar y compartir, es una ayuda inestimable echarle un vistazo al propio acervo, conocer de qué se dispone y decidir qué se puede, realmente, ofrecer.


Otro de los beneficios de esta práctica tiene que ver, más directamente, con el encaje entre las personas a partir de lo que comparten, lo que se aportan y cómo se complementan.

Sabemos por experiencia que, probablemente debido a la urgente necesidad de reducir la ansiedad que nos produce cualquier incertidumbre, cada cual tienen la tendencia automática a hacerse una rápida idea de cómo es aquella persona con la que se entra en relación.

Viene a ser cómo hacer un “boceto” rápido de la persona que permita prever sus posibles actuaciones y, de este modo, determinar las nuestras para orientar la relación hacia una determinada dirección.

En este “boceto” se busca adivinar cómo es el otro a partir de aquellos rasgos que encontramos familiares de otras personas que hemos conocido anteriormente, ya sea directamente, de manera personal o indirectamente a través de otros medios como, por ejemplo, la televisión o el cine.

El hecho de que tal o cual persona nos recuerde a alguna otra es suficiente como para elaborar una teoría de la mente que permita conjeturar la personalidad de nuestro interlocutor. De alguna manera, cotejamos cada rostro, risa, timbre de voz o prosodia del habla en nuestro CoDIS particular, a la búsqueda de alguna experiencia relacional similar que permita elaborar una hipótesis sobre la persona que queremos conocer.


Como sabemos, hay diversas maneras de gestionar estas conjeturas, desde quien sabe que se trata de eso, de una conjetura y de que se corre el peligro de sucumbir a un sesgo perceptivo que no de oportunidad a la persona a revelarse por ella misma. Estas personas estarían abiertas a contrastar y modificar su hipótesis en función de cómo se desarrolle la relación. Siguiendo el símil del boceto, vendría a ser como dibujar a lápiz sin presionar mucho, para que no quede marca si hay que borrar.

Pero también hay quien dibuja a boli y da por cierta su hipótesis supeditando la nueva relación a lo que determina su intuición. En esta época de relaciones superficiales y prisas, tristemente, esta tipología de personas abunda mucho.

En el caso de que los participantes no se conozcan anteriormente o se conozcan poco [como suele ser el caso de muchas Comunidades de Práctica], es normal que se llene el vacío de información con todo tipo de conjeturas respecto al sentido del porqué se está ahí o la personalidad de cada cual. Orientar la presentación de cada persona tomando como eje la aportación de valor que ofrece a la comunidad es la mejor forma y la más directa de evitar fabulaciones, construir identidades y centrar las expectativas sobre lo que cabe esperar de cada uno.

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Las tres imágenes con las que ilustro este post evocan poderosamente los matices del trabajo colaborativo:

  • La primera imagen corresponde a “At sea” del artista finlandés Albert Edelfelt.
  • La segunda es un detalle de “The lifeboat is taken the dunes” del pintor danés Michael Ancher.
  • La tercera también es de Michael Ancher y lleva por título “Fishermen by the Sea on a Summer’s Evening


8 comentarios:

  1. Perdone mi ignorancia pero la lectura de su post me lleva a recomendarle este artículo de Otto Scharmer (que seguramente ya lo conozca): http://www.ottoscharmer.com/sites/default/files/2000_STK.pdf
    En mi opinión, la gestión del conocimiento profesional debería ir en esta dirección. ¿Qué opinión le merece?
    @perezfuilleratn

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    1. Hola Natalia, aunque no estoy familiarizado, conozco parte del trabajo de Otto Scharmer y cuando disponga de un poco de tiempo leeré detenidamente tu recomnedación. Pero después de una primera ojeada [muy rápida y muy en diagonal] me interesa saber qué te a llevado de mis post a este artículo ¿cómo lo relacionas?

      un saludo cordial,

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  2. “Acuerdo y encaje”. Muy potente, en su simpleza, esta combinación semántica. Incluso permite jugar con el orden según la comunidad de trabajo se forme por necesidades del guion (categoría profesional y/o decisión jerárquica) o por acuerdo de las personas participantes en torno a un tema/problema de su interés.

    En el primer caso el propósito y el objetivo vienen dados (o deberían), lo cual no quita que haya que desmenuzarlo y explicitarlo para desarrollar su comprensión. El encaje cobra especial relevancia respecto a los cómos y lo que conllevan: conocimiento(s), competencias, metodología, procesos….

    Si la formación del equipo de trabajo es voluntaria, se le supone al menos un acuerdo previo sobre el propósito y el objetivo aunque otra cosa, como bien desarrollas, es el grado de autoconocimiento y de voluntad de colaboración genuina. En este caso se debe clarificar tanto el por qué como el para qué. Y ya sabemos lo complejo que puede resultar el tema de la percepción y las expectativas.

    Me gusta también lo del “ruido colaborativo”, algo de lo que estamos sobrados. No basta con añadir la etiqueta porque la colaboración, como la participación, son procesos de aprendizaje. Lo de condicionar resultados a la tolerancia, el talante o la cintura ya no cuela porque no es algo que surja por generación espontánea sino que necesitan voluntad de aprendizaje y entrenamiento. Eso de “siempre he sido a sí y no puedo evitarlo” no es una explicación sino una simple y clara autodescalificación.

    Y he dejado para el final mi subrayado preferido, que es en la “absoluta necesidad del momento 0” para que pueda desarrollarse la confianza y el compromiso. Después de eso, el resto sólo es trabajo ;)

    Feliz inicio de curso Manel.

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    1. Tu comentario Isabel, enriquece muchísimo la reflexión. De hecho me da pie a desarrollar otros temas que tenía en mente como la importancia del individuo en el grupo.

      Creo que seguimos arrastrando viejas concepciones del trabajo colaborativo muy centradas en la negación del individuo y su disolución en el todo. Una obsesión de tizne bolchevique por aquello de anular los egos y convertir a la persona en una pieza prescindible al servicio del conjunto. Es importante que la persona sepa que sin ella el conjunto seguirá haciendo cosas, pero también es muy importante que sienta que esas cosas no serán lo mismo sin ella. Sostengo que esta consciencia es el verdadero motor que empuja a la persona a dar de sí y a colaborar, pero como ya te he dicho, desarrollaré la idea en otro artículo. Ahora sólo quiero agradecerte la reflexión.

      Un abrazo.

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  3. Mi duende grande cumple hoy años. La mayoría de la gente me dice que es una faena, ... "y mañana vuelta al tajo", me dicen.
    A mí me encanta! Ver cómo crece y la parte que me toca en ello me re-coloca y me ubica de nuevo en la responsabilidad que tengo en el aula. Las mariposas en la tripa baten las alas hace unos días y su aleteo me va cargando de la energía que necesitaré para estar a la altura.
    Cierto que cada año sus alas pesan más ... ("malos tiempos para la lírica", cantarían algunos) pero siento ese aire interior que moviliza, y lo sentiré huracán en una semana, cuando me miren los ojos de quienes realmente reciben eso que hago, como tantos otros, cada día. Paso del resto.
    Me ha llamado la atención que hayas elegido imágenes de gente de mar. Hay algo más impredecible que el mar? Hay algún lugar en el que la incertidumbre se haga más palpable?
    Hoy es uno de mis días de insomnio/sueños ... En una semana, otro. Esos ojos ...

    Mis sueños rondan ese momento 0 que tú cuidas, pero el mío tiende a infinito.
    Se repite, pidiendo rescate, varias veces al año.
    Y acudo a su llamada.
    Y "pierdo" el tiempo que haga falta, porque nunca es perdido!
    Tengo compañeros que crean equipos en base a los roles de Belbin, ... y otras muchas técnicas o dinámicas, los primeros días de clase.
    Son equipos que van a sumergirse en situaciones de tensión varias veces al día, durante todo el curso, ... y los mantienen estables hasta el final.
    No me gustan las etiquetas. Peleo por sacar a mis alumnos de la que les atrapa desde hace tanto, ... y me cuesta la vida (como dicen ellos) si les encasillan en un rol en el que se ven entrampados y condenados a repetir.
    Creo que las personas estamos dispuestas a renunciar a una parte de los propósitos individuales que llevamos a un equipo cuando sentimos que hay un objetivo común que merece esa renuncia. Pero también creo que esa renuncia no debe suponer una limitación a lo que cada persona puede y quiere aportar en ese lugar común.
    Me ocupo de crear un espacio en el que no se sabe muy bien todo lo que puede ocurrir, pero está muy claro lo que no pasará. Mimando en la incertidumbre, puede ser.

    Las personas, como los iceberg, mostramos una pequeña parte de lo que somos , sobre todo en ese momento de incertidumbre y desconocimiento de cada alma que es el momento inicial. Y hay momentos en los que la parte visible se resquebraja y otros en los que sabemos aprovechar una corriente favorable ... y emerge otra parte desconocida para el resto hasta ese momento. Nuevo momento 0, para mí.
    Creo que la riqueza de un equipo reside en considerar y cuidar a cada miembro para que sienta que puede emerger y desempeñar otros roles que no tenía tan trabajados o entrenados. Me empeño en mostrar el abanico de posibilidades que existen porque creo que el rol, esa "tendencia a comportarnos, contribuir y relacionarnos socialmente", según Belbin, es limitadora y cómoda y no contribuye a que exploremos otros lugares en los que podemos ser y hacer, ... y aportar.
    Y cuando algún alma se encuentra libre y aportando en ese lugar que, hasta ayer, era territorio inhóspito, crece y hace crecer al grupo.

    Me has hecho mirar atrás y, con cierta tristeza, me surge la sonrisa reconociendo un espacio en el que sí trabajé en equipo. Alguien renunció a su liderazgo para forzarme a mí a utilizar el abanico y asumir la primera línea ... y nunca podré agradecer todo lo que aprendí entonces, porque me ha hecho, con todo lo que me falta por aprender, alguien mejor.

    Creo en el acuerdo, los acuerdos y su renovación constante.
    Tengo mis dudas con el encaje, ... Tengo una cintura emocional que ya quisiera la física, pero no creo que un equipo deba depender del talante, tolerancia de cada una de las personas que lo forman, que hay muchas que pisan al bailar y otras muchas que lo hacen bien bonito, pero cuando no las miran.

    Como siempre, mila esker, por provocar con todo eso rico que vives y eliges contar.

    Petó, Manhel.

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    1. Sinceramente, no me gusta nada el enfoque cartesiano del trabajo en equipo, supongo que por qué no creo en él aunque reconozco que cualquier intento de ordenar/simplificar siempre es útil, pero no suficiente.

      Respecto al encaje, creo también que ha de plantearse al margen de la química y que ha de encontrarse no tanto en lo que cada persona hace [un rol] sino en la singularidad que es capaz de aportar y por la que es reconocida por los otros.

      Echaba de menos tus visitas Mharta, siempre tan ricas…

      Mila esker eta muxu.

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  4. Lo he puesto en práctica. Lo leí desde el primer día (o segundo) que lo publicaste y me dejó un poco mosqueada. Se plantea la individualidad dentro del equipo, a través del encaje. Es una pieza necesaria y fundamental para afianzar el acuerdo y la buena marcha del equipo, a mí me lo parece.
    Lo planteé en la creación de un equipo, recién salido del horno. El encaje generó expectativa, sorpresa y conciencia de que se formaba parte del equipo como persona, como individuo que tenía valor para aportar.
    Gracias, Manel, como siempre.

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    1. En teoría, la respuesta a esta pregunta es el motivo por el que las personas se unen en colaboración, pero no siempre lo que se supone es lo que es. A mí me parece una manera sencilla de ubicarse personalmente y ensamblarse en el grupo.

      Me interesa muchísimo la experiencia con este equipo recién “horneado”, ya me contarás! :)

      Encantado con tu aportación, Bienvenida. Muchas gracias!

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