jueves, 13 de abril de 2023

El oscuro origen de cuando se critica a alguien

En su magnífica obra, La Monarquía del Miedo, Martha C. Nussbaum examina la importancia de las emociones en la toma de partido a nivel político por parte de la ciudadanía; explica  como la ira, el asco o la envidia, tres emociones aprendidas a partir del miedo -la emoción básica que compartimos con el resto de los animales- son determinantes a la hora de experimentar aversión hacia determinadas personas o grupos humanos y, en consecuencia, pronunciarse a favor de aquellas posiciones políticas que busquen neutralizarlos, controlarlos o, simplemente, perjudicarlos.

Del mismo modo que, como dice Nussbaum, las emociones son la palanca de activación utilizada por los políticos para conseguir el voto y explican el porqué del apoyo de muchas personas a opciones que, a priori, pueden parecernos poco lógicas, estas emociones también están en la raíz de nuestra toma de decisiones cotidiana y, en general, en la percepción que tenemos de las situaciones que vivimos y de las personas a las que conocemos, determinando nuestra relación con ellas.

Cuando estas emociones son positivas, las consecuencias no suelen ser perjudiciales, a lo sumo se pueden idealizar ciertas situaciones o personas o construir un pequeño delirio mitómano en torno a alguien, pero estamos bastante de acuerdo, en que nada de ello es tan destructivo como cuando estas emociones son negativas y de que es entonces cuando nos solemos comportar de manera más dañina.

En nuestra vida cotidiana y en la de nuestras organizaciones, algunas de estas emociones, como la ira o el asco, pueden expresarse abiertamente, pero otras como los celos o la envidia suelen manifestarse de manera más velada ya que apuntan directamente a carencias que la persona percibe en sí misma, una de las maneras más comunes de hacerlo es a través de la difamación o la crítica.

Criticar, en el sentido de expresar opiniones o juicios negativos y contrarios sobre una persona a espaldas de esta persona, es una de las microtoxicidades más comunes, pero no por ello de las menos perniciosas, de nuestra vida social y organizativa.

Cuando alguien se toma la molestia y le dedica tiempo a orientar una conversación para desacreditar, ironizar, hablar con sarcasmo o juzgar peyorativamente a alguien, es muy probable que lo que le mueva a hacerlo, sea una de estas emociones a las que nos referíamos antes:  la ira, el asco, los celos o la envidia; pero al margen de lo tóxico que pueda ser para uno o una misma cocerse al fuego lento de estos estados emocionales, criticar a alguien es letal para la vida organizativa. 

Como organismos interconectados, nuestra vinculación a la red de la que formamos parte es fundamental para crear, compartir recursos y, en definitiva, para nuestra supervivencia; el propósito que mueve a hablar peyorativamente de una persona no suele ser otro que el de desconectarla de esta red o al menos de aquella persona con la que se está hablando, lo cual es inadmisible desde el punto de vista de la lógica de equipo, de comunidad o de organización.

La crítica destructiva en nuestro entorno social y organizativo más inmediato es contraria a la base fundamental de respeto y confianza sobre la que se erigen la colaboración, el trabajo en equipo, la transferencia de conocimiento, o el establecimiento de redes comunitarias de apoyo mutuo y es por esto por lo que es nuestra responsabilidad sacarla de la húmeda sombra en la que germina, para silenciarla, relativizarla o transformarla en posibilidad para un debate abierto y constructivo.

#Ideaclave: Construye confianza, no destruyas conexiones.

  • Evita hablar mal o ironizar sobre otras personas, te hará ganar en confiabilidad.
  • No te calles, ni te sumes a las descalificaciones, responde siempre refiriéndote, al menos, a un aspecto positivo de aquella persona de la que se esté hablando.
  • Céntrate en el potencial de oportunidad de la persona si has de hablar de ella.

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En la imagen Il Consiglio alla Vendetta (detalle) de Francesco Hayez, 1851




2 comentarios:

  1. En realidad, tienes razón, la crítica por sí misma es una pérdida de tiempo, y un pésimo desahogo. Pero, aunque es cierto que en la inmensa mayoría de los casos hay algo bueno que potenciar, también hay personas que sería mejor apartarlas de esa red porque igual, sencillamente, no encajan.

    Y me permito la licencia de poner esto en el comentario porque nos conocemos bien, y sabes que en principio para mí todo el mundo es bueno hasta que me demuestra lo contrario. Pero ya voy teniendo menos paciencia para regalar tiempo. Igual es que los años me están aportando un poco de sabiduría (o eso espero).

    Me encanta esta serie de #IdeasClave Manel. Un abrazo! :-)

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    1. Entiendo, apartar o advertir no es criticar, Criticar tiene otros orígenes, es totalmente improductivo e infectante. Hace tiempo que acumulas sabiduría, Isa, de la que nos beneficiamos muchas y muchos :)
      Gracias. Un beso.

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