Comentaba recientemente Michael Gazzaniga que las últimas investigaciones apuntan que en nuestro cerebro no existe nadie que tome decisiones, no hay un yo consciente responsable de nuestros actos. Todas nuestras decisiones [?] son interpretadas fracciones de segundos después de haber sido tomadas por un “relator”, que tiene encomendada la función de fabular algo que sea creíble y coherente para nosotros y para los otros y que sea capaz de conferirle un sentido “explicable” a nuestro comportamiento. A mejor informado esté este relator sobre la multitud de variables que determinan nuestro comportamiento más veraz será el relato que construyamos sobre nosotros mismos.
Vaya, que todo apunta a olvidar cualquier idea de un liderazgo que explique nuestra mente [muy graciosamente él utilizó este fragmento] y que, de la misma manera que el tráfico no puede ser explicado tan sólo a partir de un vehículo sino que “emerge de la interacción de todos los coches, conductores, la sociedad y sus leyes, personas que cruzan, el tiempo atmosférico, las carreteras, vete a saber cuántos animales, etc., etc.”[Gazzaniga dixit], parece ser que la mente también es consecuencia de un sistema complejo constituido por múltiples sistemas diferentes que interactúan a partir de reglas [no compartidas entre los diferente sistemas] y que generan resultados que se escapan a las propiedades de las diferentes partes que la conforman. ¡Impresionante! Comparándolo con una organización, ante esto no pude dejar de pensar que la función actual de muchos directivos viene a ser la de aparecer, como la policía, súbitamente en una curva y regular, con su sola presencia, la velocidad de los vehículos disminuyendo un factor de posibles accidentes.
Otro aspecto importante es el de que de la misma manera que la mente se deriva de la actividad cerebral, ésta determina a su vez dicha actividad y que esa relación de mutua subsidiariedad se complica aún más con el impacto que el entorno social tiene también en la mente y las consecuencias que la[s] mente[s] tiene en el entorno social. Un trío éste el de cerebro-mente-sociedad que se escapa a todo control que quiera ejercer cualquiera de las partes y que, sin embargo, funciona de una manera fina y regular, determinando y responsabilizándose del momento evolutivo al que hemos llegado.
Así pues y dirigiéndose hacia el tema de su ponencia, que no era otro que el de las repercusiones legales de estos descubrimientos respecto del concepto del libre albedrío, M. Gazzaniga se apoyó decididamente en la tesis de que la evolución humana ha incidido especialmente en potenciar la reproducción y supervivencia de aquellos individuos colaborativos frente a los agresivos y competitivos, siendo la colaboración una actividad profundamente arraigada en nuestra mente y, por lo tanto, la consecuencia de muchos de los más importantes chisporroteos que se dedican nuestras neuronas, teoría que, por otro lado, ha sido brillantemente expuesta por Yochai Benkler en su libro El pingüino y el Leviatan.
Total, un puñado de ideas que demuestran una vez más que la ciencia va muy por detrás de lo que ya sabemos pero que ahora se hallan suspendidas, ingrávidas, sobre mi cabeza reflejando su sombra sobre mi hipótesis respecto la incidencia que tiene el conocimiento del cerebro en el planteamiento funcional de nuestras organizaciones.
No puedo evitar que, del mismo modo que me pregunto cuán imprescindible es realmente un gobierno para un país, me cuestione la verdadera utilidad y contribución de las jerarquías actuales al funcionamiento de muchas organizaciones. ¿Estamos, a nivel organizativo, realmente a la altura de nosotros mismos? ¿Realmente, influye en algo que muchos directivos estén ahí? Aunque Jason Fried tenga clara cuál es su función por el momento, no cabe ninguna duda de que hay que seguir preguntándose en qué han de transformarse. Todo indica que vamos por buen camino, bueno,… al menos en la teoría…
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En la fotografía, Michael Gazzaniga en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, el pasado 11 de junio.
Me pase un tiempo trabajando en un entorno, en el que me di cuenta de que mi "función" era (entre otras) hacer que todos se tranquilizasen, no reaccionasen, no se precipitasen .... juro que no era consciente de dicha "función" hasta que intervino una persona que no solía estar por allí y me lo dijo "¿cómo lo haces?" .... a lo que respondí "pues, la verdad, no tengo ni idea .... "
ResponderEliminarTengo la sensación de que vamos por buen camino, en general estoy contenta, pero no te sabría decir con exactitud porqué ....
Eso sí, se que me alegra leerte
He conocido a personas que como tú, mientras transitaban equilibraban energías y generaban una suerte de contención de aquellas fuerzas que emergían con un ímpetu fuera de lugar. Importante esta función armónica en cómo puede llegar a sonar una melodía social.
EliminarComparto esta sensación y la duda y no sabes lo que me gusta que me digas que te alegra leerme :)
Interesantísimo enfoque que invita a poner las neuronas a trabajar para reflexionar sobre cómo es nuestro ecosistema profesional e intentar averiguar cuando conviene ser el policía, cuando el conductor apresurado o cuando el ciervo que cruza la carretera...
ResponderEliminarHay, sin embargo, una frase que me plantea dudas... no tengo claro eso de que "el entorno humano ha incidido directamente en potenciar la supervivencia y reproducción de aquellos individuos colaborativos frente a los agresivos y competitivos, siendo la colaboración una actividad profundamente arraigada en nuestra mente". Mi día a día se empeña en mostrarme individuos que precisamente gracias a su comportamiento agresivo y competitivo se aseguran su supervivencia... y para qué hablar de cómo se reproducen!
En cualquier caso, yo prefiero ser pingüino (así me va!)
Un abrazo!
Mi querido colega en el "pingüinismo", en esto, Yochai Bankler desarrolla todo su discurso. Dice que “Las personas predispuestas a cooperar adoptarán aquellas prácticas culturales que fomenten la cooperación, y que la evolución prima a culturas que propugnan prácticas de colaboración sobre las que no”. Más adelante aclara que: 1.- La mayoría no son todos pero son, con diferencia, los que más y que a los otros es tan sólo cuestión de tiempo [biológico eh?] que desaparezcan y 2.- que “bueno” y “cooperador” no siempre son sinónimos. Algunos de los actos más crueles han sido cometidos por personas profundamente colaboradoras [con sus grupos…] En nuestra cultura, ser cooperador se identifica con amable o generoso, pero eso es tan sólo una adaptación cultural. Lo que para una sociedad puede ser “bueno” puede tener implicaciones terribles para otra”… una de sus variantes es que…”puede llevar a la gente a actuar de maneras muy solidarias, en las cuales los individuos se sacrifican a favor de los objetivos del grupo…”
EliminarUna abraçada Joanka
“Bueno y cooperador no siempre son sinónimos”. La verdad es que siempre asocias colaboración como algo positivo… y hay muchos ejemplos que muestran lo contrario. ¡Curiosa esta interpretación!
ResponderEliminarHola Tamara,
EliminarSe considera esta asociación [colaboración-bueno] como uno de los motivos que nos hacen pensar que realmente somos más bien egoístas y que buscamos en todo nuestro beneficio particular. Pero parece ser que hay un acuerdo multidisciplinar en que somos fundamentalmente colaborativos incluso cuando no sacamos un provecho directo en ello. Lo somos simplemente “porque pensamos que está bien serlo”. Lo que ocurre es que hay discrepancias con respecto a “qué es lo que está bien”. Sin ir más lejos, fíjate en este país como son vistos los nacionalismos [da igual cual] desde el punto de vista de los nacionalistas que lo practican o desde el punto de vista de los que practican otro, son colaborativos [internamente] pero son vistos como lo contrario [externamente].
Lo importante de todo esto es que la colaboración está en la base de nuestro desarrollo filogenético y, si no es lo normal en nuestros entornos organizativos es porque hay algo que la bloquea. Evidentemente ese algo es complejo y creo que se encuentra anidado en el modelo jerárquico que clonamos de una organización a otro, un modelo que se deja ver en nuestros organigramas y en los modelos de liderazgo que creemos efectivos y que todavía se transmiten. Si ésta es realmente la dirección vamos bien pero todavía estamos lejos…
Se diría que ni a nivel organizativo ni en muchos aspectos, estamos a la altura de nosotros mismos. Y esa identificación sobre la cooperación que nos ha dado por adoptar en nuestra cultura es una trampa: los individuos que han cooperado para adjudicarse indemnizaciones millonarias en entidades bancarias es obvio que han ejercido la amabilidad y la generosidad… entre ellos.
ResponderEliminarCreo firmemente en la capacidad humana de implicación y colaboración, pero también asumo que el mito de la “Pontifical” se mantiene porque también se procura que la solidaridad se interprete como sacrificio, como juego de suma cero, cuando en realidad la colaboración bien entendida y desarrollada, beneficia. Puede que no salga bien a la primera, pero ayuda a enfocarse en el esfuerzo común y en la suma de recursos, algo imprescindible para ir dibujando caminos. El mito del sacrificio me suena tan mal como el del “valle de lágrimas”.
Me encanta la figura del “relator informado” fabulando. Me hubiera gustado mucho escuchar esa conferencia. No sé si estará en vídeo pero si te enteras, agradecería el enlace. Interesantes los TED aportados. Gracias.
De nada Isabel.
EliminarAl parecer en esta teoría sobre la “naturaleza colaboradora” de los humanos están convergiendo diferentes investigaciones multidisciplinares entre las que figuran la neurocientíficas. Ante esto que comentas y que realmente suena a paradójico viendo lo que hay, YoChai Benkler [uno de los que enlazo en un TED] dice que existen sistemas sociales que paralizan o activan estos mecanismos y que, por ejemplo, la historia económica de Europa y Norteamérica han sido más tendentes a activar mecanismos relacionados con la desconfianza respecto al otro, con lo de que “por lo que me queda en el convento…” y con lo de “arrasa con lo que puedas antes de que se lo lleve otro…” Pero que uno de los exponentes del momento actual es que, este formato se está poniendo en evidencia y modelos contrarios [colaborativos] están demostrando ser mucho más eficaces, eficientes y "competitivos" ;).
Con los ladrones, maleantes, interesados y timadores…no sé…, cabe preguntarse si lo son porque ellos pueden [es decir que si pudiéramos también lo seríamos nosotros] o si se trata de una minoría que no representa en absoluto lo que es la humanidad.
A mí personalmente, lo que me interesa de todo esto es que, si tal y como dicen, la colaboración se halla como incrustada en un “gen”, ¿qué es lo que lo bloquea en nuestras organizaciones y que resortes hay que activar para desbloquearlo y hacer que emerja espontáneamente? Se trata de transformar la pregunta tal y como lo hacía Benjamin Zander: en vez de preguntarnos “cómo hacer que las personas sean más colaborativas”, qué pasaría si funcionáramos en la línea de pensar que “las personas ya son colaborativas pero no las dejamos”.