Medio en broma, antes se comentaba que la valoración sobre el estado de alguien aquejado e intervenido quirúrgicamente de alguna enfermedad cerebral variaba dependiendo de la perspectiva del profesional que emitía dicha valoración. Así pues, desde el punto de vista del neurocirujano la cosa había ido bien si al final de la intervención la persona todavía estaba viva, en cambio, para el neurólogo no era suficiente y el paciente debía responder adecuadamente a la exploración de los principales reflejos y pares craneales, el neuropsicólogo, en cambio, no se pronunciaba hasta comprobar el grado en que se mantenían las funciones cognitivas. Tres puntos de vista a los que seguramente hoy se añadirían la percepción psicológica, la sociológica, etc., y que, más que complementarias, se integraban unas en otras, al igual que matrioskas, hasta ofrecer una visión holística del estado del ser humano.
Esto es lo que sucede generalmente cuando se valora a las personas desde una determinada perspectiva, la supuesta objetividad que se esgrime sólo es admisible si, al mismo tiempo, se pone en duda admitiendo las limitaciones de quien las ha tomado, de cómo lo ha hecho y del punto de vista adoptado.
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Las continuas referencias que hace el Estatuto Básico del Empleado Público [EBEP] a la ordenación de los puestos de trabajo en base a las competencias y capacidades requeridas para su correcto desempeño, y las consecuencias de la evaluación de dicho desempeño, las cuales incluso podrían llegar a determinar la continuidad en un puesto de trabajo obtenido en concurso, añaden más sombras, si cabe, al espinoso tema de la evaluación de personas y, más concretamente, al de la evaluación de las competencias profesionales.
A pesar de las experiencias más o menos exitosas que puedan existir, se plantean, entre otros, algunos interrogantes importantes a tener en cuenta y sobre los que se han de plantear tiempos, así como diseñar actuaciones específicas, si no se quiere persistir en el empeño de invertir tiempo y esfuerzos en seguir utilizando metodologías que parten de una genética del salir del paso camuflada de objetividad científica que sólo conduce a malformaciones de las que conocemos, de sobra, sus consecuencias.
Así pues:
1.- La variabilidad de tamaño, estructuración y grado de madurez hacen que, en la práctica, no se pueda hablar de Administración Pública sino de administraciones que suman a todos aquellos puntos que tienen en común una idiosincrasia propia para cada una de ellas que incide directamente en el propósito y utilización de este tipo de herramientas de gestión. Disponer de una buena metodología para la evaluación del desempeño aplicable en un entorno organizativo concreto no garantiza en absoluto su idoneidad en otro entorno organizativo distinto.
2.- Desde que a finales de los 80 se inició el proceso de modernización de la Administración General del Estado, son contadas las administraciones que han integrado la gestión por objetivos en su modelo de gestión. No me refiero a disponer de planes estratégicos, directores, o proyectos puntuales, no, sino a gestionarse y valorar su actuación a partir del logro de objetivos concretos, medibles y controlables exceptuando, como ya he dicho, alguna organización, departamento, programa o proyecto estelar, archiconocidos desde tiempos remotos justamente por eso, por su singularidad respecto a la mayoría. Es de suponer que esta falta endémica de orientación a los resultados por parte de las administraciones públicas plantea serios interrogantes metodológicos a la hora de evaluar el desempeño de las personas.
3.- La vinculación inmediata de la evaluación del desempeño a aspectos críticos de la vida laboral, como lo son la retribución variable o la continuidad laboral, impacta directamente en la relación de la herramienta con las personas y en el grado de confianza necesario para que, a la vez, sea fiable como instrumento para el desarrollo del perfil profesional.
4.- El concepto de competencia profesional tiene, hoy por hoy, una envergadura teórica de mucho más recorrido que la realidad práctica en la que suele traducirse. Una realidad que se desprende de descripciones de puestos de trabajo en algunos casos clonadas y casi siempre excesivamente amplias que redundan en directorios de competencias, simplificados hasta el infantilismo y demasiado generales como para ser sensibles al valor diferencial que aporta una persona determinada al puesto que ocupa. Es evidente que los directorios y el mismo concepto de competencia requiere de una vuelta de tuerca más en lo que se refiere a su concepción y desarrollo metodológico acorde con los conocimientos y momento actual y que integre, además, el punto de todos aquellos agentes que se ven afectados por ella, entre ellos, la de los clientes y la de los proveedores.
5.- La evaluación del desempeño vuelve a traer a un primer plano el papel de los directivos y, en general, el de todas aquellas personas que tienen responsabilidad sobre equipos, o sobre otras personas, en escenarios en los que puede llegar a ejercerse un control sobre la autoridad de estos perfiles que puede rayar con la parálisis y a la que hay que sumar las dudas sobre la idoneidad de las personas que ocupan muchos de estos puestos para asumir una función que requiere, a todas luces, de una consciencia clara y de un compromiso sincero en el desarrollo de los profesionales, así como de la capacidad de liderazgo, autoconsciencia, autocrítica y sensibilidad necesaria como para generar confianza y llevar a cabo la evaluación de otras personas de manera fiable para todos los agentes implicados.
Buen ejemplo introductorio, estar vivo es mucho más que respirar. La lectura de normativa siempre es un ejercicio de paciencia que atenta contra el sentido común pero, la que enlazas, leída a la luz de los decretazos actuales, asusta porque estamos pudiendo comprobar las proporciones del monstruo que hemos creado. Sobre todo cuando te vas tropezando con esos puntos que parecían pura retórica pero… “salvo cuando excepcionalmente y por causa grave de interés público derivada de una alteración sustancial de las circunstancias económicas…”
ResponderEliminar“metodologías que parten de una genética del salir del paso camuflada de objetividad científica” Sin duda, así es. Sobre todo en ejemplos como el de España en el que lo que destacas en el punto 1 adquiere una importancia colosal, dada la politización del poder y la proliferación de chiringuitos paralelos sometidos a la ambigüedad y a la arbitrariedad del relevo político de turno.
Más de una vez he comentado aquí lo necesario y difícil que me parece el trabajo que realizas con las administraciones públicas. Incluso creo que sobre ello hablaba el primer post en el que me decidí a participar. Me pregunto como estará influyendo en el ánimo de las personas este torrente de “excepcionalidades” con las que amanecemos casi cada día. Si ya fallaba la orientación a resultados y la confianza, no puedo imaginarme ahora la situación. Por algunas personas con las que tengo trato, no es nada fácil.
Una vuelta de tuerca… o más. ¿Integrar, además, a clientes y proveedores? Lo que dices en el punto cinco es siempre la clave. Resulta clarificador darse una vuelta por tus tags “liderazgo”, “dirigir”… para traer a primera línea todas las oportunidades de mejora que se pueden abordar, De los recientes se me acuerda este.
Disculpa la extensión, Manel. Es de esas veces que voy sabiendo lo que pienso mientras escribo. Y este post da para mucho. Un abrazo! :)
La verdad es que el desarrollar sistemas objetivos que permitan realizar con equidad una gestión integrada de los RRHH es algo que se considera bienvenido en cualquier organización. Los mecanismos de selección, desarrollo y reconocimiento de las AAPP [y de muchas otras organizaciones…] en la actualidad dejan mucho que desear y, a nivel general, son los mismos profesionales los que consideran necesarias la introducción de estas medidas. A nivel particular y dada la composición estructural y forma de tomar las decisiones de algunas de estas organizaciones es natural que se detecten casos de desconfianza en torno a la pureza o la seriedad en el “cómo” se introduzcan estos mecanismos.
EliminarNo sé si lo preguntabas pero con integrar a clientes y proveedores me refiero a que, en la definición de los comportamientos que se requieren para describir las competencias profesionales, se integre la percepción de aquellos colectivos sobre los que impacta un determinado perfil profesional. Esto lo he trabajado en algún caso y la verdad es que tanto los resultados como la experiencia, es muy enriquecedora.
En todos estos temas y más cuando la organización tiene un cierto tamaño, el papel que juegan los directivos y los mandos intermedios es crucial. No está claro que en todos los casos haya consciencia de esta “relevancia” como para que se dé el compromiso de esos cuadros en hacerla efectiva. Sí, ahí hay trabajo importante que llevar a cabo…
Muchas gracias por tu aportación Isabel, un abrazo!
Copiar y pegar a destajo. Investigar otros modelos y seleccionar lo que te gusta no quiere decir que puedas replicarlo exactamente, por que cada persona es un mundo y cuando hablamos de equipos aún más.
ResponderEliminarY tampoco es cuestión de saber hacerlo, sino de conocer a la gente que quieres que se implique, así como su entorno.
La jerarquía de la administración impide -por su propia constitución y disposición- cualquier interés de participación de su gente, si no les preguntas y sólo impones te quedas en uno de los tantos "intentos por..."
Hay mucho por hacer!
Coincido Tamara, en cambio y debido a no sé qué suerte de economía o de pensamiento práctico esto sucede muy a menudo, se replican modelos sin tener en cuenta lo que comentas ni la importancia que en su funcionalidad tiene el recorrido que ha trazado la organización de origen. Los resultados no suelen correlacionar con esa supuesta “practicidad” a ningún nivel. Una demostración más de cómo las prisas por ahorrar suponen un gasto inútil.
EliminarSiempre digo que quizás haya más similitudes entre AAPP que entre empresas privadas, pero aún así hay una diversidad suficiente como para encontrar todo un abanico de posibilidades y actuaciones muy diverso que van de las más rígidas y clásicas a las más vanguardistas. Pero sí, sólo por el cambio que supone la introducción de modelos como los referidos en este post, hay trabajo por hacer.
Muchas gracias por dejarte caer por aquí, Tamara. Un abrazo.
Evaluar desempeño es eso: evaluar desempeños que hacen personas,no aspectos predicablese de ellas. Para eso hace falta saber qué significa hacerlo bien y consensuarlo previamente. Todos evaluamos, la diferencia es ahora que se nos exige hacerlo público y periódicamente, y con consecuencias.
ResponderEliminarClaro, y además como expones y concluyes en uno de tus artículos, “existen criterios, contenidos y técnicas para hacer buenas evaluaciones del desempeño en las AAPP”.
EliminarDe todos modos, el punto en el que quiero hacer hincapié es que, si queremos ser prácticos, no podemos obviar, tal y como comentaba, que aspectos como la madurez de los equipos directivos y técnicos [por no incluir aquí a los equipos de gobierno] conforman una idiosincrasia propia para cada organización que incide directamente en el propósito, elaboración y utilización de esas metodologías. Está claro que entre estos "criterios, contenidos y técnicas" a los que te refieres y cada organización existe un camino que se ha de recorrer previa e individualmente y aquí hay un trabajo paralelo que realizar. Ya tenemos ejemplos suficientes de lo que supone no hacerlo.
Es de prever que el excelente trabajo que estáis llevando a cabo en el Gobierno Vasco servirá de modelo y arrojará mucha luz a la hora de orientar a muchas de estas organizaciones en el desarrollo de estos sistemas.
Gracias Mikel por el comentario,