lunes, 28 de agosto de 2023

Espiritualidad [post de verano]

 

Es difícil hablar de espiritualidad en un contexto general, ordinario; el uso sesgado y el concepto al que suele remitir esta palabra y similares, explica los reparos a ser utilizada cuando se hace fuera de sus contextos habituales. La razón estriba en que, todo lo que tiene que ver con lo espiritual, se asocia, fácilmente, a religioso o perteneciente a un mundo invisible y oscuro que, de hallarse, lo hace en un segundo plano y al que acuden las mentes supersticiosas, ignorantes, débiles o que se sitúan al margen del pensamiento racional y científico que se ha convenido como el “verdadero”. 

Sin embargo, la espiritualidad no compite, contradice o niega ninguna de las corrientes de pensamiento o de comprensión que existen, la espiritualidad sólo es la respuesta humana al anhelo de trascender las limitaciones de un yo individual, que genera la sensación de vacío ante la súbita consciencia de la propia insignificancia.  

Una sensación incontrolable y efímera que puede suceder ante la contemplación de la grandiosidad de la Naturaleza [una puesta de sol, una cadena montañosa imponente, etc.], ante la comprensión instantánea de la finitud de la propia vida [por ejemplo, ante una situación de muerte] o, en general, ante cualquier situación que nos sobrepase y ponga en evidencia la superficialidad simbólica y delirante de la vida cotidiana en la que estamos inmersos. 

Ciertas creencias religiosas se han servido de este anhelo para vehiculizar su resolución a través de la búsqueda de un ente exterior que llene este vacío con promesas de salvación, de ahí, muy probablemente, las asociaciones que le atribuíamos al inicio de esta reflexión. Pero la espiritualidad nada tiene que ver con búsquedas exteriores ni con dioses salvadores, es más bien todo lo contrario, consiste en una búsqueda interior, en escarbar a través de las capas y capas de construcción yoica hasta olvidarse de sí y pasar, de este modo, a sentirse nada, condición sine qua non para fundirse y ser parte de todo.

Lejos de la oscuridad supersticiosa y chamánica a la que se relega, la búsqueda espiritual de este núcleo íntimo que conecta con todo el Universo, correlaciona con el pensamiento científico actual a través de la hipótesis cuántica de la teoría de cuerdas que ilustra a la perfección la reciente película sobre Oppenheimer cuando, sosteniendo un vaso, el científico explica como el whisky de su interior, en realidad no existe, como tampoco el vaso ni la mano que lo sostiene, que todo ello puede subdividirse finitamente en partículas y subpartículas hasta llegar a un vacío último, donde sólo hay una energía que ejerce una atracción tan intensa como para hacernos creer en la dureza y realidad de los objetos que percibimos, una energía que origina todo el mundo conocido y de la que formamos parte. Como apuntaba Shunryu Suzuki, sólo se trata de dejar de creerse gota para saberse río.

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Imagen de Barbara en Pixabay

6 comentarios:

  1. Conseguir "dejar de creerse gota para saberse río"...
    Qué descanso tan integrador y solidario!!! :-)

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    1. Para explicar cada vida, Suzuki utiliza la metáfora del río: dice que cada vida es como la caída de una de las gotas de agua de un río por una cascada.La vida sería el tiempo que transcurre en esta caída. Durante esta vida, la gota llega a creerse un individuo con entidad única, ignorando el río del que proviene y el río en el que volverá a fundirse. Maravilloso!

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  2. Creo que hay algo en la perdida del verano que esta ligado a esta necesidad/experiencia. Un ritmo más lento, la conexión con la naturaleza, mayor conciencia del propio cuerpo, la agresión que a veces significa una rutina en el invierno... Traer algo de todo esto o del pegamento entre estas partes al cotidiano es una vez más mi reto y anhelo. Y, bienvenidas, las chamanas y chamanes para construir puentes. Abrazo y gracias (otra vez)

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    1. Creo que está siempre ahí, pero es más visible o se es más consciente cuando se está en los límites de lo ordinario: la súbita presencia de la muerte, la irrupción de la Naturaleza, el trance onírico al que conduce la observación de la lluvia, la sensación de vacío general ante la vuelta a lo cotidiano…La clave para retenerlo creo que está en insertar un tiempo ritual en el tiempo laboral que lo inunda todo, tal y como dice Byung Chul Ban en uno de sus libros. Gracias a tí, Asier! :). Un abrazo.

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