Es una realidad que, en el ecuménico mundo de la consultoría, algunas de sus prácticas se hallan en las antípodas unas de otras, conceptualmente hablando.
La consultoría ha terminado siendo, hoy en día y para determinadas personas, el equivalente a la externalización de proyectos o funciones para los que no se cuenta con recursos suficientes como para ser desarrollados desde la propia organización.
Es por eso que, al margen de anteriores empeños más centrados en definir los posibles tipos de consultoría a partir de aspectos como los principios éticos sobre los que se erige la actuación profesional, la relación con el cliente y/o la singularidad del método de trabajo, lo que me propongo hoy no es tanto decir qué es o no consultoría como definir el marco en el que se desarrolla uno de sus subtipos, esto es, aquella que denomino como Consultoría km.0 por partir de un problema o de un dilema que nace en el núcleo de la misma organización, en la que el consultor reduce, al máximo posible y desde los inicios, cualquier distancia hasta casi confundirse con la organización durante el tiempo que colabora con ella y por trabajar con recursos muy próximos a la cultura y capacidad de la organización, para que ésta pueda integrarlos de manera sencilla y ponerlos en funcionamiento a corto plazo.
En la Consultoría km.0 se actúa sobre demandas directas que emanan de la gestión de la propia organización. Es pues una consultoría de confianza, más longitudinal que transversal, en la que el profesional baja con el directivo al barro, acompañándolo estrechamente en aquellos aspectos que van emergiendo en la evolución de la organización. Este es un tema importante ya que clama la necesidad de una relación con el cliente muy distinta a la que se requiere en otros modelos de consultoría más distantes.
Se trata pues de una consultoría de cabecera de esas que te visitan periódicamente para comprobar que todo sigue bien y realizar aquellos ajustes que sean necesarios en el "beta", que realmente es cualquier resultado obtenido en un proyecto dado. Es por esto que se desarrolla sobre el paradigma de la inversión en cercanía y atención y no sobre el del coste en tiempo.
En cuanto a visibilidad, la Consultoría km.0 es poco visible, es más una consultoría íntima, de prescripción, de boca-oído. De algún modo la personalización de las actuaciones y la consecuente dificultad para generalizar los resultados la hacen poco candidata a su manifestación para grandes públicos, algo que también la distingue de otros tipos de consultoría que cifran su valor en la oferta de fórmulas magistrales aplicables a una diversidad de situaciones.
La Consultoría km.0 no se plantea innovar al margen de las necesidades expresadas por la organización con la que colabora, ya que se orienta estrictamente a la solución de sus problemas. La necesidad expresada es el auténtico origen del proceso innovador. Lo contrario, esto es cuando el proceso innovador es anterior y se pretende o se cree conveniente que ha de ser necesidad para la organización, es propio de otro tipo de consultorías pero no de la que estoy refiriéndome aquí. Este dato también es importante ya que, en la Consultoría km.0, no se vende nada que no sea poner la experiencia, conocimientos, habilidades y profesionalidad del consultor al servicio de necesidades muy concretas formuladas por la organización.
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En la fotografía el mantel tal y como Asier y un servidor lo dejamos en una cena estupenda en Bilbao. De consultoría hablábamos…