Decidí dejar de publicar estas valoraciones desde el momento en que creí que ya no aportaban ningún valor, pero estoy terminando el año con la cabeza llena de extrañas ideas que filtran mi día a día y provocan una sensación de incómoda distancia con mi realidad más inmediata; soy contrario a ofrecer cualquier versión de lo que me rodea que no sea posibilista y estas ideas que me rondan todavía no han mostrado, a las claras, su identidad real, así que voy a intentar exorcizarlas llevándolas al papel y ya decidiré después qué hacer con ellas.
Digamos que este año ha sido un digno merecedor del anterior y que todo aquello que se pronosticaba ha sucedido, si algo podía ir mal ha sido peor y, a nivel de vaticinios, no se augura nada mejor en un futuro que ya no tiene, al menos para mí, plazos creíbles.
Mi escenario habitual ha sufrido un proceso creciente de desertización debido al vacío y desecación progresiva al que está siendo sometido por la voracidad insaciable del momento y algo tan frágil, como puede serlo la consultoría de desarrollo, se ha visto aprisionado entre el afán recaudatorio y una orgía jurídica que todavía tiene atenazadas a las organizaciones en la resolución de un aquí y ahora que se prolonga a cada momento que transcurre.
Pero, a nivel general y visto lo visto, afirmar que el año ha ido mal no sería del todo justo, en total, suman una veintena de colaboraciones entre las que se cuentan algunas de muy interesantes que me han aportado nuevos aprendizajes y la posibilidad de desplegar con éxito nuevas formas de trabajar que colocan a la persona en el centro de toda reflexión. En cuanto a las actividades de formación, he logrado consolidar un discurso propio en torno al liderazgo en un contexto como el actual, donde la falta de recursos se ha de maridar con un desarrollo organizativo basado en valores y principios distintos, muy distintos de los que se han seguido y aplicado hasta el momento. He tenido incluso la oportunidad de ampliar este discurso al ámbito de la gestión del cambio y de la planificación, con todo lo que conlleva de reorganizar ideas y de aprender de las propias conclusiones a las que he ido llegando, uno de los canales, dicho sea de paso, más importantes de formación para un consultor.
La conclusión es la de identificar mi trabajo con aquello que me interesa y me conmueve y la de aportar un valor a la colaboración que va más allá de sacarle las castañas del fuego a alguien en un momento determinado. Ya es mucho.
Y quizás sea éste el determinante principal de mantenerme vivo, profesionalmente hablando, ya que todo este trabajo ha estado pésimamente retribuido, en la mayoría de casos. O, lo que es lo mismo, se ha doblado y triplicado el valor aportado al mismo coste. La derrama de una deuda ajena sobre la población en general y sobre los autónomos en particular tampoco ha sido de gran ayuda a la hora de arreglar las propuestas técnico económicas o de abaratar precios. Pero de esto prefiero no hablar, dejémoslo en que soy de los que creen que trabajar genera trabajo, que aunque no tenga recursos, mi cliente natural sigue teniendo necesidades y que las relaciones de colaboración tienden, tarde o temprano, a un equilibrio saludable para aquellos que participan en ellas.
Aún así, este año tan difícil no ha transcurrido en vano y me llevo algunas joyas como el haber trabajado y podido reencontrarme con escenarios y personas muy importantes de mi pasado; el de un viaje que me permitió conocer, reconocer y sentirme acogido entre buenos colegas o el de haberme reencontrado gratamente con clientes con los que hacía años que no colaboraba.
Pero lo mejor ha sido el de las evidencias que ofrece el momento actual para constatar quién es quién a partir de cómo se conduce en sus proyectos y para con sus colaboradores y, aunque siempre hay aquella persona que, aprovechando las bajas temperaturas del exterior, hace todo lo posible para obtener el máximo al mínimo precio, ignorando el verdadero valor de la colaboración y reduciéndolo todo a una relación interesada, pícara y estéril, hay también quien está ofreciendo una verdadera lección de lo que es el valor y el liderazgo en tiempos de crisis y, sin dejarse ensombrecer por la situación o embaucar por aquellos desertores que le invitan a rendir las armas, sigue apostando por sus ilusiones y las de su gente haciendo que hasta yo mismo me sienta orgulloso de ser quien soy y de hacer lo que hago.
Vaya, a tod@s ell@s, pues, mi agradecimiento por los logros de este año y mis más sinceros deseos de que el 2013 esté a su altura, si es que en eso de los años hay tallas tan grandes.
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La foto la he encontrado aquí